Ed. de Carlos Puyol. Edhasa. Barcelona (1995). 111 págs. 1.800 ptas.
Joubert es casi un desconocido para la mayoría de los lectores españoles de la presente generación. Sin embargo, Menéndez y Pelayo o Eugenio D’Ors eran grandes admiradores de este moralista francés (17541824). En esta selección de pensamientos se palpa su riqueza estilística, su fina apreciación de la realidad y su prudencia de moralista.
Esta colección de aforismos cubre (siguiendo la primera edición francesa publicada póstumamente por Chateau-briand) casi todo el arco de la vida de Joubert desde 1776. En ella se aprecian rasgos morales y estéticos de la etapa pre-revolucionaria y temas nacidos de la tranquila reflexión que le llevó a la conversión al catolicismo.
A pesar de ganar la admiración y la amistad de los que serían los primeros románticos franceses, Joubert no es un romántico; admira a los poetas y desconfía de la razón, aunque no se somete al dominio de los sentidos. Su comprensión del cristianismo no pasa por el recuerdo nostálgico del Antiguo Régimen, a pesar de que su estética fluye de recuerdos previos a la revolución. Su espíritu reflexivo queda testimoniado en frases que rozan la ironía, casi como un precedente de la greguería; en otras ocasiones la sencillez da paso a la profundidad de lo absoluto: «Dios es el lugar en el que no me acuerdo de todo lo demás».
Esta es una ocasión para acercarse un poco a una parte olvidada de la literatura francesa, a un hombre que tenía, en palabras de Eugenio D’Ors, «una figura de gran señor en la república de las letras, con la doble nobleza del pensamiento y de la bondad».
Carlos Segade