Planeta. Barcelona (2004). 127 págs. 18 €.
La obra está redactada en forma de una larga carta que, en 1324, un alquimista que trabaja para la Orden de los Caballeros de Cristo dirige, desde Portugal, a su hijo, joven cortesano en Aragón. En ella le da instrucciones para que, desde Barcelona, se dirija a Somport y allí tome al Camino de Santiago. Sin embargo, el propósito del viaje no es peregrinar a la tumba del apóstol, sino llegar a Finisterre, y no tiene nada que ver con el espíritu cristiano de penitencia. La novela sostiene que no es Santiago sino el hereje Prisciliano quien está enterrado en la catedral gallega, y basa su argumento en tópicos tomados de los ritos cabalísticos, aderezados con referencias al ocultismo de los templarios y críticas a la Iglesia católica.
El autor de la carta es un ex monje de la orden militar del Hospital, casado con una judía francesa que huyó de la Inquisición, y que tuvo su hijo con una monja cisterciense. Tales personajes encarnan una historia truculenta, plagada de afirmaciones calumniosas tan rotundas como infundadas. Dada la modesta calidad del texto, del más elemental sensacionalismo pseudorreligioso y neopagano, lo mejor del libro es su cuidada presentación, con numerosas ilustraciones que reproducen pinturas y miniaturas medievales.
Pilar de Cecilia