Destino. Barcelona (2004). 253 págs. 19,50 €.
Valentí Puig tiene la infrecuente habilidad de combinar el análisis de las relaciones internacionales con el ensayo, y de esta manera da un atractivo tono cultural a un libro muy alejado de todo academicismo, de estadísticas y profusas bibliografías. Estamos ante una obra de tesis y de advertencia para el siglo XXI: el mundo debe abandonar definitivamente las utopías, so pena de repetir trágicamente las atrocidades del siglo pasado.
Previene contra quienes quieren hacernos soñar con un mundo perfecto, cuando en realidad el mundo es imperfecto, y en consecuencia, continuamente perfeccionable. Puig desconfía de los idealismos que pueden llevar a actitudes inhumanas y de aquellos políticos, relativistas y con grandes dosis de sentimentalismo, que toman por estrategias lo que son meras tácticas.
El discurso utopista no es el más adecuado para afrontar los desafíos del siglo presente: la emergencia del terrorismo islamista, el proceso de integración europea, la peligrosa fractura en las relaciones entre Europa y Estados Unidos, el problema de la inmigración, la economía global…, temas todos ellos abordados en el libro. El enfoque de Puig es el del liberal anglosajón: la defensa del empirismo frente al cartesianismo; el rechazo, por ejemplo, del voluntarismo normativo con el que se pretende construir Europa dejando de lado sus múltiples raíces.
De ahí que desapruebe el idealismo europeísta, inmerso en la posmodernidad y que se sitúa al margen de la Historia, y que también rechace las utópicas Arcadias del movimiento antiglobalización. Mas nos olvidemos que este libro tiene también una marcada clave española, manifestada explícita o implícitamente: el gobierno de Zapatero se habría alejado del realismo político y arrinconado el atlantismo para asumir una visión francesa de Europa. Y es que Puig sigue viendo en París un carrusel de utopías intelectuales en el que conviven los restos del marxismo con las ideas de la posmodernidad, como las teorías de Derrida y que hoy tienen también su expresión en una política en la que cambian los significados del lenguaje.
Antonio R. Rubio