La aportación característica de este ensayo de economía es la perspectiva antropológica. Se querría que la economía fuera toda matemáticas y predicción, y así las decisiones se tomarían según criterios técnicos. Y algo de eso hay, pues los fenómenos económicos tienen una cierta regularidad que da amplio espacio a la previsión. Pero las frecuentes sorpresas y la fundada impresión de que las explicaciones de las crisis son ex post facto lleva a la decepción con la consabida dismal science.
Rafael Gómez Pérez advierte que en economía hay unas constancias más fundamentales: las derivadas de la naturaleza humana, y la antropología cultural las documenta. Muchas manifestaciones de la vida económica son, en lo esencial, milenarias: se reconocen en los pueblos antiguos o primitivos. Del comercio y los mercados, del crédito y el capital, aun de la publicidad y el marketing ofrece el libro ejemplos abundantes en culturas muy remotas.
Poner la atención en lo que no cambia permite al autor superar las visiones parciales y los simplismos. La reducción marxista de la vida humana a su base material y de la política a la economía, o la teoría del sujeto económico como agente racional, no se ajustan al conjunto de la experiencia humana. Son simplistas las proclamas indignadas contra la injusticia en el mundo que ven la desigualdad como un mero problema de reparto.
A la vez, Gómez Pérez muestra que la economía es también libertad y no solo mecanismo: en consecuencia, “no puede separarse de la ética, porque las fundamentales decisiones económicas implican ya una elección ética”. Y esto tampoco es monserga moralista, sino realismo puro.
Este libro de antropología económica proporciona precisamente un saludable contacto con la realidad, entendida no simplemente como los hechos, sino más fundamentalmente como el suelo humano del que los hechos brotan. No explica el bitcoin ni los productos financieros de último grito; ayuda a comprender los asuntos de dinero, empleo, igualdad… de los que todo el mundo habla, a detectar su sentido, a ser capaz de valorarlos si quedarse en lo aparente o en lo obvio. En términos económicos, leerlo es una buena inversión.