Cuando se habla de quemar libros resulta inevitable recordar Farenheit 451. La ya clásica novela de Ray Bradbury tenía como título la temperatura a la que arde el papel y su trama se desarrolla en un mundo distópico en el que los libros han sido condenados a la hoguera por fomentar el libre albedrío, una amenaza inaceptable para el estado totalitario que ostenta el poder. Ya veinte años antes de esta obra, publicada en 1953, los nazis quemaban libros en Berlín aduciendo razones parecidas.
La conservación de la cultura lleva aparejada la conservación del conocimiento, y este puede ser vulnerable, frágil e inestable de muchas maneras. Todavía se aloja en las principales bibliotecas del mundo, incluso en medio del “diluvio digital” propio de l…
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