Rafael, una vida feliz, armoniza el relato biográfico con la investigación y análisis del trabajo del artista. Antonio Forcellino es experto europeo en el arte del Renacimiento, restaurador de obras como el Moisés de Miguel Ángel y autor de numerosos estudios sobre la Capilla Sixtina, entre otros. Proporcionando abundante información, detalles y datos históricos, el autor muestra cómo el trayecto vital y el artístico de Rafael confluyen desde su inicio en Urbino, hasta los años del triunfo en Roma.
Forcellino describe el ambiente cultural humanista que impregna todas las artes de la época, fascinadas con el redescubrimiento de los textos antiguos y el patrimonio artístico romano. En este entorno, en el que el realismo italiano optaba por la representación del espacio a través del sistema geométrico de la perspectiva lineal, Rafael aprende la nueva técnica flamenca al óleo en el taller de su padre Giovanni. Los clientes se disputan al joven artista para que ejecute obras, como la Crucifixión para la familia Gavari. El autor se detiene en exceso en los sucesos de la convulsa Italia de los Borgia, si bien muestra el contraste de la situación histórica con los paisajes tranquilizadores y “la calma armoniosa” que envolvían las escenas de Rafael.
Puesto que el talento no era suficiente, decide en 1504 acercarse a Florencia dónde el aprendizaje y el estudio podían desarrollarse junto a los principales creadores. Forcellino esboza las diferencias del estilo de Rafael frente al de Leonardo, del que aprendió “el dibujo matizado en una transparencia aérea”. Esa luz que caldea el ambiente aparece en obras como la Virgen de los claveles. Su admiración por la feminidad confiere a sus madonas un realismo que habían perdido en la atmósfera de Leonardo. Rafael reinterpreta en el Descendimiento Baglioni, la torsión de los cuerpos en escorzo que exploraba Miguel Ángel. Del periodo florentino, conocemos interesantes datos sobre los encargos de las familias Oddi y Dei, así como una detallada crónica de incidencias en torno a los Baglioni.
Forcellino describe la situación política y artística que encuentra Rafael a su llegada a Roma, donde el papa Julio II “quería hacer visible su fuerza y su potencia a través del arte”. Mientras Miguel Ángel realizaba el proyecto de su tumba y la decoración de la capilla Sixtina, al joven talento le encargó la decoración de las estancias vaticanas. Forcellino señala el proceso de ejecución, la temática y diversa calidad de las pinturas, entre las que destaca la Escuela de Atenas en la que “simplificó el lenguaje pictórico hasta lo esencial”. El autor narra la relación entre el artista y el papa Julio II, describiendo el programa que dispuso “para justificar sus campañas militares” con la Expulsión de Heliodoro del Templo, la Liberación de San Pedro y la Misa de Bolsena. El banquero Agostino Della Rovere, le proporcionó en la decoración de su casa Villa Farnesina la oportunidad de exaltar la belleza femenina en frescos de temática pagana.
Rafael realiza retratos de estado para León X, destacando la Virgen de la Silla así como otras pinturas de devoción. Al insistir en la simbología sensual de los retratos de mujeres de la época que estudia, Forcellino describe al pintor “enamoradizo y aficionado” a ellas. Aunque prolijo en detalles que avalen una imagen desenfrenada de Rafael y su época, despliega en esta biografía sugerentes apreciaciones del artista y su extraordinaria obra.