Casa de Galicia. Córdoba (1999). 54 págs. 350 ptas.
Con este libro, Javier de Navascués (Cádiz, 1964) ganó el primer premio del IX Certamen de Poesía Rosalía de Castro. Aunque no hay hilo argumental, las tres secciones ofrecen temas y preocupaciones similares. Entre ellas destacan una suave queja por el paso del tiempo y de la vida, el amor filial y la preocupación por los suyos, la identificación vida/escritura, la capacidad del autor para indagar y recrear la existencia, y algo más raro en la poesía actual: una confesión de fe religiosa.
El lector reconoce en los poemas sobre la vida cotidiana un tono coloquial, pretendidamente plano y amable, que llega en la claridad de unos versos que parecen sencillos, pero que han sido muy elaborados, como se demuestra en la variedad de metros y estrofas que emplea. Un buen ejemplo de ese dominio son las imitaciones de poetas de todos los tiempos y épocas («Retrato del poeta senescente»; «Los libros inmortales, Fabio, advierte»; «… y que nada pasa y todo queda»; «Inspiración, divino tesoro»; «Las flores del bien»), o las variaciones de temas conocidos («Variación sobre un tema de Francisco de Aldana»). Sus tercetos, sonetos y madrigales o los simbolismos de algunos poemas son una delicia de humor y recursos técnicos. El poeta deja oír la voz de Machado, Baudelaire, Rubén Darío, Luis Rosales y Borges. Y, sobre todos ellos, la de Miguel D’Ors, a quien se dedica este libro y al que Navascués reconoce como modelo; y, efectivamente, ambos autores comparten parecidos planteamientos éticos y estéticos. Recuento es un libro asequible y sabio a un tiempo.
Pedro L. López Algora