Ante la crisis que sufre el concepto de naturaleza humana, el autor se propone repensar este concepto en la tradición clásica. Para ello contrasta las tres concepciones básicas de naturaleza: el naturalismo, el concepto clásico y el moderno. A partir de esas concepciones expone los debates suscitados: clasicismo versus modernidad y tomismo versus personalismo.
Burgos plantea la necesidad ineludible del concepto de naturaleza junto con todas las insuficiencias y dificultades que aprecia en los autores y corrientes filosóficas que hacen uso de dicho concepto. Lo hace en los debates arriba señalados, cuando indica que el concepto tomista de naturaleza humana es demasiado estático, tiende a contraponerse a la dimensión cultural, da cuenta con dificultades de la historicidad, etcétera. Y también continúa examinando dificultades y carencias cuando examina someramente a los representantes más destacados de la nueva teoría de la ley natural, como Grisez y Finnis, Spaemann y Rhonheimer, a los que une a Ana Marta González. Burgos aprecia sus matices.
Quizá por la amplitud de autores y teorías que trata para ponerlos al alcance de un público no especializado, Burgos resulta demasiado expeditivo. Y parece moverse en dos niveles de razonamiento simultáneos: el del filósofo especialista que dialoga con las teorías relevantes y el del público de cierto nivel cultural, que no logra solventar las cuestiones morales difíciles apelando a la naturaleza como instancia moral. Esto se aprecia especialmente en la última parte de este ensayo, donde el autor explora los diversos escenarios culturales en los que tiene aplicación el concepto de naturaleza: como instancia de apelación moral, en la ley natural y en la familia.
Burgos no puede solucionar esas dificultades precisamente porque todo el análisis filosófico lo ha hecho desde una versión divulgativa dirigida a esos “ámbitos reales”, que no poseen las herramientas conceptuales para establecer un diálogo con las teorías expuestas por el autor.
Burgos, profesor de la Universidad San Pablo CEU , del Instituto Juan Pablo II y presidente de la Asociación Española de Personalismo, no desea abandonar el concepto de naturaleza humana, a pesar de las múltiples deficiencias señaladas, pero se muestra partidario de hablar más de la persona y menos de la naturaleza: a esto lo llama transición hacia a la persona. Indica que el concepto de persona está plenamente aceptado por la sociedad y no genera los problemas del concepto de naturaleza humana. Como él mismo indica en el prólogo, no ha podido -esta vez- examinar de un modo más profundo lo que se había propuesto. Quizá a este ensayo le sigan otros en los que exponga lo que aquí ha dejado anunciado sobre su propuesta personalista.