Plaza & Janés. Barcelona (2000). 575 págs. 2.995 ptas. Traducción: Carlos Milla Soler.
Desde que Twain escribiera Un yanqui en la corte del Rey Arturo, no han sido pocos los relatos que tratan sobre viajes en el tiempo, que juegan con la tensión de que los cambios en el pasado podrían alterar el presente y con los choques entre distintas mentalidades y tecnologías.
En esta línea se sitúa la nueva novela de Crichton, inferior a El mundo perdido y Congo, y muy lejos del talento y el cuidado que puso en Parque Jurásico. Se ve que Crichton piensa solo en una futura película: descripciones innecesarias, cuentas atrás en diversos lances, cambios de escenario en el momento crítico, episodios típicos de aventuras medievales (torneo, persecución en las cocinas con fuentes que vuelan, lucha de trapecistas en las bóvedas…).
Además, Crichton no elude inútiles explicaciones científicas sino que multiplica los diálogos como si estuviese deseoso de mostrar su capacidad de hacer verosímil lo imposible. Por otra parte, la visión de la Edad Media que tiene Crichton, admirativa y precisa en cuestiones como vestidos o construcciones, tiene serias lagunas: ¿quién le habrá dicho que «la mayoría de la gente iba a misa al menos una vez al día»?
Luis Daniel González