La reivindicación de la infancia que propone Rafael Gómez Pérez en su último libro no es una defensa del infantilismo; constituye una crítica a una sociedad como la nuestra que ha perdido los auténticos dones de la niñez, y que forma adultos de un modo extrañamente prematuro. Muchos adultos adoptan actitudes de una inmadurez pueril y lo que se vende como “protección de la infancia” se antoja, tras profundizar en el mensaje de estas páginas, demasiado artificial y preocupante.
La falta de comprensión sobre la verdadera naturaleza y el auténtico valor de la infancia ha terminando afectando a todos, también a los padres bienintencionados. Es importante, sin embargo, recordar con Gómez Pérez que no hay que pasar tiempo con los niños ni jugar con ellos para quererlos, ni para cuidarles, sino para que los adultos aprendamos de nuevo a ser como ellos. Porque la infancia es la etapa en la que se consolida la capacidad humana de recibir y esta es tal vez la lección más importante de este libro.
Sensibilidad, imaginación, inocencia, asombro… éstas son algunas de los términos con que el autor describe el periodo comprendido entre los dos y los ocho años de edad. El paraíso en el que todo es posible y el tiempo es un continuo presente; tiempo de la esperanza y de la creencia, momento de la siembra. Porque, a juicio de Gómez Pérez, la infancia, aunque difícil de recordar y hacer consciente, es como la savia oculta que nutre al individuo durante el resto de su vida.
El hombre es expulsado de la infancia cuando pierde la novedad del mundo, es decir, cuando queda sometido a lo que Gómez Pérez llama “gobierno despótico de la razón”. Vende su inocencia al cálculo. O “pierde la dichosa capacidad de creer todo lo que dice alguien en quien confía”. Lo paradójico es que la posibilidad de una edad adulta plena depende de la capacidad del hombre por reconquistar los dones que atesoró en su infancia.
Retorno a la infancia es uno de los libros más logrados de este prolífico autor, que siempre se ha ocupado de temas polémicos y ha llamado nuestra atención sobre aspectos claves para el hombre y la cultura, que suelen pasarnos desapercibidos. La mejor defensa de la infancia es la que propone Gómez Pérez: dispensar una admiración sincera a ese periodo tan crucial de la existencia. Este es un libro especialmente dirigido a los adultos, pero que todo educador y padre debería leer para aprovechar el potencial que tiene la niñez y recordar la más maravillosa de las lecciones que nos ofrece: enseñarnos a vivir.