Como ya hiciera con el mundo griego (ver Aceprensa 85/06), el profesor Vidal Guzmán pretende acercar al lector la antigüedad romana y la primera cristiandad a través de los perfiles biográficos de sus personajes más relevantes. Como sabe situar a cada uno en su contexto histórico, el conjunto ofrece una visión de casi doce siglos de historia, desde la fundación hasta la caída de Roma.
Si Grecia nos legó las obras de la filosofía, señala Vidal, de Roma hemos heredado el talento práctico. No en vano, dos de las cosas que seguimos admirando -y también aprovechando- son las obras de ingeniería y su concepción del derecho.
Es verdad que Roma no pudo desprenderse nunca de cierto complejo con respecto a Grecia, lo que llevó a definir su identidad en contraposición con la cultura helena. En varias ocasiones, Vidal Guzmán se refiere a la estirpe de Catón, quien se pronunció insistentemente contra la influencia disipadora del helenismo. Pero el mundo clásico griego se mantuvo como referencia cultural, sobre todo en el campo de la literatura.
Roma fue un proyecto que logró consolidarse gracias a la valentía, la lucha y el patriotismo de los romanos. Por el respeto hacia su propia historia y tradición, los romanos consiguieron fraguar una identidad que era, en cierto modo, sagrada y superior a todas las individualidades, incluso ya en la época imperial. De este modo, no deja de llamar la atención el sentido de la responsabilidad histórica que encontramos en los escritos y discursos de Cicerón.
Un aspecto bastante interesante del libro es el dedicado a relatar cómo se conformó el pensamiento de la primera cristiandad. En este sentido, es de admirar la labor y el esfuerzo intelectual de los primeros padres (San Justino, Orígenes, etc.) para amalgamar la fe con la cultura pagana, sin prescindir de la originalidad del mensaje de Cristo, en contraposición con aquellos que, como Tertuliano, no lograban entrever el nexo entre la razón y las creencias religiosas.
Gerardo Vidal, profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile), ha conseguido hacer que el lector saque una idea cabal de lo que Grecia, Roma y el cristianismo supusieron para la civilización europea.
Josemaría CarabanteACEPRENSA