Anagrama. Barcelona (1995). 142 págs. 1.400 ptas.
Con su segunda incursión en el terreno de la narrativa -en 1992 publicó el libro de relatos Velocidad de los jardines-, este madrileño de 31 años ha quedado finalista del premio Herralde.
Generalmente, sólo sabemos de los demás aquello que quieren mostrarnos. Seoane es un joven obsesionado por invadir la intimidad ajena, y contrata a un detective para que vigile a su novia poco tiempo antes de que se celebre la boda ya concertada. La historia, narrada en primera persona y planteada con claridad en las primeras páginas, es una mera excusa para un verdadero ejercicio de estilo: con una gran riqueza de simbolismos, figuras y metáforas, se exploran los recovecos de la mente tortuosa y compleja del protagonista.
La narración va desconectando poco a poco de la realidad, y el final, artificioso y brusco, sólo deja al lector insinuaciones y conjeturas. Salvo escuetas pistas para una reflexión sobre los efectos de la mentira en la relación con los otros, poco más ofrece esta singular historia de mirones y fantasmas.
El estilo es impecable, y la prosa, espléndida. Las frases tienen ritmo, suenan, se engarzan con limpieza unas con otras. Con gran intuición y sentido poético, se acierta una vez y otra en giros arriesgados y remates originales. El mayor acierto de esta obra es sin duda la maestría en el manejo del lenguaje, y su defecto puede ser el artificio narrativo: poca historia pero muy bien contada.
Javier Cercas Rueda