Plaza & Janés (Random House-Mondadori). Barcelona (2003). 414 págs. 19 €.
Marino Gómez-Santos ya había escrito una biografía autorizada del premio Nobel de Medicina (Severo Ochoa. La emoción de descubrir, 1993), de quien era amigo, compañero de viajes y confidente, especialmente en sus últimos años.
A diferencia de la anterior, ésta se escribe después de la muerte de Ochoa (1993), con un tono personal y entrañable. Se centra en la última época, y está marcada por el regreso a España (1985) y el fallecimiento de Carmen García Cobián, su mujer (1986). Ochoa dicta a Marino sus recuerdos y le pide que le acompañe en muchos acontecimientos. Gómez-Santos se esfuerza en describir la situación anímica de Ochoa, para poner contexto a algunas de sus últimas declaraciones sobre la situación de la ciencia y la política científica en España; también sobre su falta de fe (en contraste con la fe de su mujer), llena de respeto hacia lo religioso, por otra parte. De paso resitúa su relación con algunos personajes (Cela, Grisolía, Sara Montiel).
En epígrafes muy breves, de dos o tres páginas, integra escenas, textos y bastante anecdotario social y de viajes, recordando retrospectivamente la carrera científica de Ochoa. Resulta particularmente emocionante lo enamorado que Ochoa estaba de su mujer (es el motivo del subtítulo de la biografía) y también, en otro nivel, su espíritu de trabajo como investigador, muy en la línea de Ramón y Cajal, a quien siempre admiró.
Juan Luis Lorda