La encíclica Humanae vitae no solo sigue siendo objeto de polémica, sino que también ha suscitado una amplia línea de reflexión –en la que se incluyen, entre otros, los temas del amor o la condición femenina– en las enseñanzas de los sucesores de Pablo VI. De la misma manera que la encíclica no cambió la doctrina, sino la explicitó ante los nuevos desafíos, el magisterio pontificio posterior, tal y como refleja Stéphane Seminckx, que en su libro Si tú me dices “ven” sondea el texto para exponer su riqueza teológica, filosófica y antropológica.
Porque se suele olvidar que, más allá de las cuestiones que una cultura individualista y con trazas hedonistas reprocha a la Humanae vitae, esta encíclica no constituye ese catálogo de prohibiciones, ni ese reaccionario elenco de anatemas lanzados contra el sexo, que algunos quieren hacernos creer. De hecho, Pablo VI explica desde el principio que la cuestión de la natalidad no se puede estudiar desde una perspectiva parcial –ni económica, ni demográfica, ni psicológica–, sino “a la luz de la visión integral del hombre” y teniendo en cuenta su vocación terrenal, pero también trascendente.
Si tú me dices “ven” acepta esa invitación y propone una penetrante lectura de la encíclica, que parte de la persona y de su condición de don. Únicamente desde ese punto de vista se puede vislumbrar el atractivo de la comprensión cristiana de la sexualidad. Y es ese el mensaje, tanto de la encíclica, como de Seminckx: lo que reprime nuestra naturaleza, lo que cohíbe la expansión gozosa de la persona y refrena la alegría incontenible de la entrega es la actitud egoísta y los sucedáneos del amor que promocionó la revolución sexual.
La hondura antropológica de la encíclica de Pablo VI debería servir para recordar el sentido, por ejemplo, del noviazgo, el significado personalista del pudor, la finalidad de la castidad, la dimensión amorosa de la continencia… aspectos estos que son centrales para el amor esponsal y que son como los cimientos en los que descansa una auténtica comprensión de la vida matrimonial y de su apertura a la vida.
Los dos capítulos finales del libro merecen especial atención. En el primero, el autor responde a preguntas prácticas sobre las implicaciones para la vida matrimonial de la Humanae vitae, así como a las dudas más frecuentes en relación con la concepción cristiana de la sexualidad. En el último aborda la dimensión espiritual del matrimonio, sobre la idea de que el matrimonio sacramental no impugna la naturaleza, sino que contribuye a su desarrollo.