Palabra. Madrid (2000). 154 págs. 1.500 ptas.
Una fórmula (sólo en apariencia matemática) parece caracterizar la acción pastoral del actual pontificado: verdad+caridad=justicia. Esta fórmula aparece con claridad en el presente libro, cuya temática exige en los factores mencionados un orden interno, sin el cual -a diferencia de lo que ocurre en la matemática- se altera por completo la suma.
El objeto de esta obra es ofrecer una primera aproximación a una difícil cuestión de candente actualidad, especialmente en países en los que la denominada mentalidad divorcista ha hecho mella entre los católicos: la atención pastoral de los divorciados que se casaron canónicamente. Este libro se publicó originalmente en Italia en 1997. Su núcleo fundamental es el número 84 de la exhortación apostólica de Juan Pablo II Familiaris consortio (1982), que trataba específicamente del tema, y la Carta a los obispos sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados y vueltos a casar (1984). Los restantes documentos, comentarios y estudios vienen a explicar, desarrollar y poner en su adecuado contexto los dos anteriores. El cardenal Joseph Ratzinger realiza una magistral síntesis del contenido del libro en la Introducción.
Como es sabido, la situación vital estable de los católicos que contrajeron matrimonio canónico, luego accedieron al divorcio civil y posteriormente contrajeron nuevo matrimonio civil, impide el acceso a la Comunión y a determinadas responsabilidades eclesiales, en las que -por la índole de las mismas- se requiere una cierta ejemplaridad de vida. Ahora bien: desde determinados sectores eclesiales se ha venido cuestionando esta regla general, entendiendo o bien que no siempre fue así en la Iglesia católica, o que el juicio de conciencia individual del divorciado primaría en determinados casos (estimando si puede o no en unas circunstancias concretas acceder a la Comunión) o bien, por último, que la aplicación de la epikeia (realización de la justicia en el caso específico frente a la regla normativa general) aconsejaría la relajación de dicha regla en apariencia injusta.
Los textos recogidos en este libro salen al paso de esas objeciones desde los diversos sectores implicados: el Derecho canónico, la Teología moral, la Historia de la Iglesia… Lo interesante del caso es que todos se integran en lo que es inseparable en la Iglesia: sus funciones de Madre y Maestra de las gentes. Por eso los documentos recogidos en el libro no se limitan a condenar, a modo de cortafuegos, esas objeciones. Lo que pretenden -y pienso que consiguen- es sentar las bases de la verdad sobre el tema, que sirvan de arranque para construir la caridad de la acción pastoral (que aquí, en el fondo, tan sólo se incoaría) de forma que dicha acción sea auténtica y justa en su sentido más amplio. Por decirlo de otra manera, en el libro se refleja a la Iglesia que, como buena madre, expone la verdad, incluso la verdad que duele, pero lo hace con una sonrisa y un beso: «Estos hombres y mujeres deben saber que la Iglesia los ama, no está alejada de ellos y sufre por su situación. Los divorciados vueltos a casar son y siguen siendo miembros suyos, porque han recibido el Bautismo y conservan la fe cristiana» (Juan Pablo II).
Rafael Palomino