El Premio Nobel de Física bendijo la vida de Michael Bearn y a la vez fue su maldición. Se durmió en los laureles hasta que un par de décadas después recupera algo de emoción: la posibilidad de aportar al mundo la solución a los problemas del calentamiento global y de la escasez de las fuentes de energía. Por desgracia, su proyecto de fotosíntesis artificial a gran escala deberá superar un campo minado de intereses económicos, robo de patentes y su propia falta de confianza en que el problema que se intenta solventar exista siquiera.
A esta sátira científica, académica, política y social, McEwan añade una contundente revisión de las bases de la relación amorosa, tema frecuentado con idéntico despiste en sus novelas anteriores. Entre esas bases el matrimonio y el compromiso no tienen un papel decisivo. Cinco veces ha estado casado Bearn y le conocemos cuando está a punto de romper otra vez. Básicamente sólo necesita el placer y un poco de afecto, y casarse sólo es para él un accidente en algunas de sus relaciones, en realidad un porcentaje mínimo de sus amoríos.
Ninguna de estas dos líneas de comedia negra son redondas ni convincentes. La clave político-social de Los perros negros es más profunda y el análisis de relaciones humanas más intenso en Expiación o en Sábado, por citar las mejores novelas de McEwan. Solar sí participa de la prosa impecable y del sobresaliente estilo del escritor inglés, donde no cabe una frase vulgar ni un adjetivo descuidado. Es difícil interesarse seriamente en Bearn, un canalla fracasado al borde del nihilismo, egoísta y mujeriego compulsivo, pero todos disfrutarán de excelentes y divertidas escenas como las de la moto de nieve o la de la bolsa de patatas. McEwan es un maestro de la minuciosidad y de la capacidad reveladora de las palabras. Es original hasta para su desorientación habitual, como cuando aplica el principio de incertidumbre de Heisenberg para justificar el relativismo moral.
McEwan es de los pocos escritores vivos auténticamente brillantes, y desde sus primeros libros. En cada uno de ellos aborda con seriedad cuestiones de calado, en las que suele mostrarse lúcido en general (en Solar con la cuestión del cientificismo o del feminismo radical). Lo que sus personajes (esto es, él) no terminan de entender es el amor ni el sentido trascendente de la vida.
