Antonio Rubio ha escogido cinco personalidades de distintos países y ámbitos de actividad para mostrar cómo se puede llevar una vida abierta a los demás, o “más allá de uno mismo”, como expresa el subtítulo. Todas ellas advirtieron que en el mundo hay angustias y necesidades, y se sintieron interpeladas: decidieron no pasar de largo.
Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura, ha escuchado a muchas personas comunes y les ha dado voz en sus libros. António Guterres, secretario general de la ONU, desde joven se introdujo en los ambientes de pobreza y marginación, para luego impulsar el mismo empeño solidario en la política portuguesa y en el escenario internacional. El cineasta chadiano Mahamat Saleh Haroun ha dado réplica a los odios y matanzas en su país, con películas que ponen a víctimas y agresores frente a frente para concluir en el perdón. También ha puesto a unos y a otros a dialogar Andrea Riccardi, el fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, y así facilitó los acuerdos de paz entre las facciones rivales de Mozambique. La congoleña Antoinette Kankindi, profesora de filosofía, ve en el liderazgo femenino una clave para el desarrollo de África, y ha promovido una organización para hacerlo realidad.
Como cabía esperar, Rubio muestra la trayectoria de cada uno de estos solidarios. Pero lo que hace que su libro sea distinto, mucho más ameno e interesante que unas simples semblanzas, son las anotaciones del autor. Aun si abren nuevas cuestiones o se apartan del hilo, no se puede decir que sean “al margen”, porque desde un poco más lejos siguen iluminando el personaje y su obra.
Siendo experto en relaciones internacionales, como muestran sus colaboraciones de muchos años en Aceprensa, no extraña que Rubio dé luz con referencias históricas y geopolíticas. Puede así corroborar a Riccardi, para quien la guerra es la madre de todas las pobrezas, y a Alexiévich y Haroun, testigos de que las balas causan bajas también en los espíritus.
Pero Rubio encuentra además claves de interpretación en el cine, que no solo aparece en el capítulo dedicado a Haroun. Rubio descubre a los lectores el valor de películas no precisamente comerciales, todas de autor, que ayudan a entender a los protagonistas del libro. Son títulos que ven la historia y el mundo con los ojos de los que sufren. Es revelador que unas narraciones centradas en vidas singulares tengan tanta consonancia con las ideas y trabajos de los cinco solidarios. Quizá eso indica lo que ante todo los distingue: que miran a las personas.