Las noticias, reportajes o crónicas que publican habitualmente los medios de comunicación sobre China encajan, invariablemente, en dos categorías: las que aluden a su potencial económico y tecnológico, y las que denuncian el control ideológico y social ejercido por su gobierno sobre el pueblo. De una de las civilizaciones más antiguas del mundo, heredera de una cultura tres veces milenaria, solo se muestran su infatigable crecimiento económico y los desmanes de su sistema dictatorial, como si estas dos circunstancias hubiesen sepultado para siempre el acervo filosófico, literario, artístico y humano de una nación a la que sus habitantes conocían como el “Reino del Centro”, porque no imaginaban que existiera otra igual en el mundo.
Simon Ley…
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