José Ramón Ayllón, divulgador filosófico y atento lector, se sirve de la literatura para comentar los grandes temas de la filosofía que se traslucen en la ficción. Al apoyarse en libros de calidad literaria, el texto se vuelve interesante por las glosas que hace y por las citas que recoge.
Comienza con Homero y comenta La Ilíada, tanto en la versión clásica como en la adaptación realizada por Baricco. Se detiene más en La Odisea, pues ahí se plantea el recurrente tema de ver la vida como un viaje. Aprovechando el libro de Robinson Crusoe, plantea la suposición de que hubieran llegado a la isla, pero en lugares distintos, un hombre y un mono; hace unos sugerentes comentarios sobre el uso de la inteligencia. Parafraseando a Polo comenta que el hombre no inventó la flecha porque quería comer aves, pues también los gatos tenían el mismo deseo.
Al juego de contrastes entre don Quijote y Sancho, figuras que se complementan y necesitan mutuamente, siguen unos textos de El Principito y algunos comentarios sobre la vida de Saint-Exupéry que aportan luces nuevas para los no especialistas. Aprovecha la ocasión para comentar la realidad del amor y la deformación que ha sufrido este término en los últimostiempos. Sigue con comentarios al Diario de Ana Frank y después cita a la judía holandesa Etty Hillesum, también asesinada en un campo de concentración nazi. Vuelven los tonos amables al comentar una de las más delicadas obras salidas de la pluma de Delibes: Señora de rojo sobre fondo gris.
Tras unos comentarios genéricos al fondo positivista en los libros de Julio Verne, se detiene en Rebelión en la granja, la dura crítica que Orwell hace del sistema comunista en forma de fábula. Sigue con el trasfondo darwinista que late en los libros de London. El siglo XX no se entendería sin Nietzsche, a la vez que no se pueden obviar las preguntas que laten en los textos de Dostoievski, Crimen y Castigo y Los hermanos Karamazov, sobre el sentido del dolor y la existencia de Dios.
Queda un paso amargo por Golding en El señor de las moscas para acabar con un toque amable comentando la epopeya que Tolkien relata en El señor de los anillos y retorna nuevamente a los pasajes más esperanzadores de Dostoievski. No podía dejar de aparecer Shakespeare, en este caso citando a Hamlet, por la categoría literaria del autor británico y porque sin el buen o mal uso de la libertad no se entiende la historia. El sentido de la vida, el amor, el dolor, la familia, son temas recurrentes en los clásicos porque son preguntas que el hombre no puede dejar de hacerse.