El sacerdote Manfred Hauke (Hannover, 1956) es Profesor ordinario de Teología dogmática en la Facultad de Teología de Lugano. Eligió el feminismo como tesina de licenciatura y dedicó su tesis doctoral a la cuestión del “sacerdocio femenino”. Su tesis de habilitación versó sobre el pecado original en la patrística. Sus maestros han sido el Prof. Leo Scheffczyk (München) y el Prof. Anton Ziegenaus (Augsburg).
Este libro constituye un excelente y erudito recorrido por la temática feminista, centrado sobre todo en el mundo teológico alemán y anglosajón (en particular de los Estados Unidos). La dificultad estriba en que la crítica va junto con la doctrina criticada (aunque no siempre), cosa que exige cierta atención por parte del lector, para reconocer en cada caso el plano en que se halla: si en la descripción de los puntos de vista de las teólogas o bien, por el contrario, en las apreciaciones críticas del autor de la monografía. No hay referencia, porque no es su propósito, a las teólogas feministas latinoamericanas de habla castellana o portuguesa, cuyo pensamiento se ha desarrollado con cierta independencia del mundo anglosajón y más interesado por entroncar con la teología de la liberación (al menos en un primer momento). Sobre la teología feminista latinoamericana hay amplia bibliografía (cfr. J. I. Saranyana, Teología en América Latina, vol. III, Frankfurt – Madrid 2002, cap. VIII: “Teología de la mujer, teología feminista, teología mujerista y ecofeminismo en América Latina”).
La teología feminista anglosajona y alemana (en sus distintas variantes) ha crecido a partir de dos presupuestos: el ideal de totalidad (lo cual ha desembocado en la perspectiva “androgínica”, donde desaparece la diferencia y, además, esta se combate abiertamente); y la experiencia femenina (de modo que Dios y toda la revelación deberán ser contemplados a la luz de tal experiencia).
La posición más extrema, y también la más influyente, ha sido ofrecida por la estadounidense Mary Daly (fallecida en 2010), quien acabó fuera del cristianismo, a quien Hauke denomina la “nodriza” del feminismo teológico. Las afirmaciones de Daly son para asombrar a cualquier lector sereno: no se viene al mundo como mujer, sino que se llega a serlo; es falsa la polaridad varón/mujer; debe promoverse la “sororidad” como anti-inglesia; hay que destruir incluso el matriarcado para preparar el segundo “advenimiento de la mujer”, como sinónimo o equivalente de la manifestación del anticristo; supresión de la palabra “Dios” en favor de la palabra “diosa”; rehabilitación de la “bruja” como depositaria de un nuevo saber esotérico acerca de un nuevo centro cósmico en el que el “yo soy” será la mujer; defensa a ultranza del “puro placer”; apología apasionada del lesbianismo; recuperación de muchos mitos gnósticos; etc. En todo caso, las referidas teólogas reclaman, como la holandesa Catharina Halkes, el derecho a expresarse con “menos objetividad y mayor ambigüedad”. Se hallan a gusto en un mundo intelectual en que no se definen con precisión los asuntos discutidos y en el que no hay lugar para un desarrollo especulativo lineal y claro.
Desde el punto vista epistemológico se puede afirmar sin ambages que la teología feminista que describe Manfred Hauke no es teología, de ordinario. Tampoco es metafísica y habría que preguntarse si acaso es antropología. Es una elucubración sobre experiencias variadas, a las que se unen afanes reformistas difusos y no siempre claramente formulados, en un marco claramente reivindicativo, tanto frente a la historia general de occidente, como ante toda la tradición judeocristiana. El tema clave es, sin duda, su lucha contra la diferencia (importa mucho advertirlo).
La monografía del Prof. Hauke es muy recomendable para personas familiarizadas con estos temas. Podría resultar desconcertante para personas con menor preparación.