Robert Olmstead (New Hampshire, 1954), profesor de escritura creativa en varias universidades estadounidenses, ha publicado novelas sobre temas del Oeste americano, su conquista y colonización en la segunda parte del siglo XIX. Tierra salvaje es la última.
La acción transcurre en Kansas, más allá de la llamada “línea muerta” marcada por el ferrocarril, que era el límite del territorio indio. Es una tierra virgen en la que los animales salvajes –osos, ciervos, lobos y, sobre todo, bisontes– viven a sus anchas… hasta que llega el hombre. Como explica el mismo autor en las páginas finales, la piel de los bisontes era muy apreciada en la floreciente industria norteamericana, que necesitaba correas para sus máquinas; de ahí las grandes cacerías que esquilmaron a aquellos animales.
La novela se abre con la detallada descripción del pueblo del que parte la acción: sus calles, sus establecimientos, sus olores y la vida de unos personajes dispares, de todas las razas y nacionalidades, que han ido a parar a un lugar que parece el fin del mundo. El primer encanto de la novela es la fluida y colorista narración de los ambientes, que transportan a una enorme extensión de terreno donde la vista no tiene donde pararse. Son estampas de gran calidad literaria, en las que no falta poesía.
Si los paisajes son dignos de mención, los personajes son cada uno un modelo de estudio singular. Sus rasgos van desde la dureza, la mezquindad y la impiedad de algunos hombres, a la bondad del cocinero y la candidez de unos jóvenes, o a la fortaleza de los que deben aguantar el duro trabajo o sobreponerse al dolor por la pérdida de un hermano. La miseria y la grandeza humanas se dan la mano en un relato vivo y de gran potencia.
La gran protagonista de la novela es Elisabeth Coughlin, una mujer viuda que se ha quedado sin nada al morir su marido. Ayudada por su cuñado Michael, decide trasladarse a la tierra de los bisontes para sobrevivir y continuar con la granja que su marido ha dejado en la ruina. Elisabeth es dura, terca y trabajadora; sabe de negocios y es culta. Sin perder su sensibilidad femenina, sabe mantener una caravana y un campamento en el impredecible día a día. A su lado, el cazador Michael, un hombre de mundo, que sabe estar junto a Elisabeth sin afán de dominio y ayudando en todo momento. Y con ellos, un pastor metodista, un cocinero francés, unos negros fugitivos y unos personajes habituales en las novelas del Oeste: un despiadado banquero y los asesinos a sueldo.
La trama engancha por lo insólito de lo que se cuenta y por la fuerza de un estilo lleno de viveza, matices y humanidad. Olmstead ha conseguido diseñar unos personajes auténticos que consiguen encarnar sentimientos épicos y verdaderos.