Tusquets. Barcelona (2006). 384 págs. 19 €.
Celorio (México, 1948), profesor, ensayista y académico, muy publicado también en España, ha hecho de «Tres lindas cubanas» una obra singular, feliz combinación de saga familiar, de ensayo literario y, en cierto modo, de crónica social y política.
Las tres lindas cubanas del título son: su madre, Virginia, y sus dos hermanas, las tías Rosita y Ana María. Muy unidas en la infancia y en la juventud, la Revolución cubana las separa. Virginia, en México, madre de doce hijos; Ana María, sin hijos, se hace al castrismo, no se sabe si por convicción o por miedo; Rosita acabará emigrando a Miami.
El libro es entrañable, detallista, ecuánime y se lee con mucho gusto. Celorio, por su trayectoria, es de izquierda, muy relacionado con ambientes de los exiliados españoles en México y en 1959 saluda al castrismo como el inicio de la verdadera liberación de América.
Al contar algunos de los muy numerosos viajes a Cuba, también viajes oficiales con toda la parafernalia del régimen a su favor, puede ver, a lo largo de más de veinte años, en qué se ha convertido la Revolución. Un testimonio valioso, porque parte, si acaso, de un prejuicio a favor.
Pero Celorio no puede silenciar los fusilamientos de disidentes, la autocracia del Comandante y tantas cosas más. «Yo seguía admirando la valentía y la dignidad con la que los cubanos habían mantenido su independencia respecto a Estados Unidos ( ) y reconociendo sus enormes y ejemplares avances, sobre todo en los ámbitos de la medicina, la educación y la cultura, el deporte». Y a reglón seguido: «Sin embargo, no podía dejar de ver que tales logros, ciertamente admirables, se habían alcanzado al precio de la cancelación de muchas libertades civiles elementales, como la libertad de expresión, la libertad de asociación, la libertad de tránsito».
Y en otro lugar: «Lo que me parecía innegable es que en Cuba no había espacio para la inconformidad y la crítica, y no digamos para la disidencia». Y se da cuenta, como otros, de que al caer la Unión Soviética y quedarse Cuba sin apoyo, el régimen recurre al fomento de un turismo que reproduce todo aquello que la Revolución decía combatir y que achacaba al régimen de Batista: «la prostitución, la dolarización, la mendicidad, la corrupción».
A la vez, el libro se cuida mucho de confundir al pueblo cubano con su régimen. El pueblo cubano, como tantos otros en contextos similares, soporta su situación por costumbre, miedo a posibles represalias y esperanza de que todo cambie algún día. La imagen de Cuba queda como algo jugoso, incluso en la pobreza, lleno de ingenio, variado, humano. Se nota en Celorio su ascendencia española y la frecuente debilidad que en España se ha tenido siempre por Cuba.
Rafael Gómez Pérez