Novela en forma de diario, escrito a mediados de los años 70, donde un joven, llamado Miguel, relata los tres últimos meses de su vida a un amigo. Los dos se conocieron en la Universidad de Santiago, y aunque Miguel vivía en Santiago, pasaba largas temporadas con sus abuelos en un pazo cerca de Cambados. En 1975 le detectaron un cáncer de páncreas y le dieron tres meses de vida.
Estamos ante un diario intenso, escrito por alguien que ha sufrido mucho en la vida. Tras la separación de sus padres –para él un trauma–, Miguel se encierra en los estudios y en una visión de la vida desencantada y cínica. No cree en nada y considera absurdas muchas creencias, especialmente las religiosas. El diario se abre con la noticia de que le han encontrado un cáncer irreversible. Miguel, ya licenciado en Derecho, decide pasar los últimos meses en la casa de sus abuelos, donde ha encontrado el clima familiar del que nunca ha disfrutado con sus padres.
Allí se dedica a pasear por la zona con la compañía de su perro León. Medita sobre la vida, la enfermedad y la muerte, y alimenta un odio creciente a sus padres, ya enterados de la noticia de su cáncer. Además, rechaza cualquier explicación a lo que le está pasando y no quiere saber nada de Dios. Pero una serie de pequeños detalles y encuentros le lleva a conocer a personas que, como él, se encuentran en una situación límite y que, sin embargo, han aceptado de otra manera la enfermedad.
Una de ellas es Carmen, una madre de familia a la que también le quedan pocos meses de vida. La conoce gracias al sacerdote del pueblo, con el que acaba congeniando, y con ella descubre una familia y otro sentido de la vida. También tiene relación con Emilio y su novia Patricia, ambos estudiantes, que colaboran con don Javier, el sacerdote, en la atención a personas que se encuentran solas y enfermas, entre ellas el señor Aurelio, al que también Miguel acabará echando una mano.
Y lentamente, casi sin darse cuenta, va dando pasos para acercarse a Dios.