Muchnik. Barcelona (1992). 190 págs. 1.950 ptas.
El checo Leo Perutz, siempre aficionado a ambientar sus novelas en épocas históricas más o menos lejanas, sitúa ésta en el París de 1642. El cardenal Richelieu reina sobre Francia. El rey permanece inerme frente a él. Se rumorea que el día de San Martín tendrá lugar el gran juego del volante, sin que nadie sepa qué es. Los ánimos de los franceses están inquietos.
En medio de estos turbulentos acontecimientos aparece Turlupin, un joven barbero. Creyendo ser hijo de la gran duquesa de Lavan, Turlupin conseguirá acceder a su casa tomando la identidad de un noble francés, lo que le implica en sucesos más o menos turbios que le conducirán a un destino grotesco.
La pluma de Leo Perutz sigue en esta novela los caminos habituales de otras narraciones suyas, pero no por ello deja de sorprender. Su desbordante imaginación le permite transformar sucesos triviales en piezas clave de un original juego literario. Perutz trabaja su prosa alegre y desenfadadamente, creando un ambiente que resulta distendido y grato, lleno de matices irónicos, incluso en medio de sangrantes acontecimientos.
Perutz, en esta como en anteriores narraciones, se acerca a sus personajes con ternura, juega con ellos, los maltrata al tiempo que los redime por su grandeza de corazón. En este sentido son significativas las últimas palabras de la narración referidas a Turlupin: «Tal vez Dios se haya divertido un rato, como hacen los grandes señores, a costa de un simple». Es lo mismo que hace Perutz con sus entes de ficción: divertirse con ellos e implicar a los lectores en el juego.
Begoña Lozano