Como hiciera con El infinito en un junco, Siruela vuelve a apostar por un ensayo divulgativo que no renuncia ni a la calidad literaria ni a la alta cultura. De hecho, Umbrales va ya por la cuarta edición. Pero en este caso no son los libros el objeto de estudio, sino las puertas. Óscar Martínez, experto en historia del arte y artista, nos invita en este ensayo, que constituye toda una lección de historia, a recorrer los monumentos, villas y abadías más representativos de Occidente a través de sus pórticos o entradas.
Pero ¿por qué elige este elemento? Según Martínez, se trata de una parte arquitectónica a la que apenas se ha prestado atención, a pesar de que “una puerta es un prólogo y un comienzo, el principio de un camino o el arranque de una vida. Una puerta son las notas iniciales de esa sinfonía que nos emociona cuando empieza a sonar o la primera estrofa de nuestra canción favorita”.
Los umbrales elegidos son los que desvelan las raíces de la civilización europea: Roma, Grecia y el cristianismo. El objetivo del autor, en cualquier caso, no es la exhaustividad, sino elaborar un mosaico de lugares que reflejan la riqueza artística y cultural del Viejo Continente. Así, aunque no todos los enclaves aparecen en las guías de viaje, el historiador apuesta por ensalzar sus virtudes, destacar su papel en el impulso de una corriente artística o subrayar su recia resistencia al paso del tiempo. Con gran habilidad narrativa, aprovecha para explicar los derroteros tomados por la historia, como cuando se refiere al caso de la Villa Barbaro, construida en el siglo XVI para fomentar la agricultura.
Por otro lado, también los umbrales se convierten en un pretexto para explorar la condición del hombre. En su recorrido, descubrimos constantes humanas o costumbres que hemos ido perdiendo por desgracia. El Dolmen de Menga representa la búsqueda de la trascendencia, y muestra al mismo tiempo la capacidad del hombre para intervenir y transformar el mundo natural. Las ruinas griegas invitan a la reflexión sobre muchos de nuestros males, como el consumo, la incapacidad contemplativa, las consecuencias perniciosas del turismo masivo o los efectos provocados por el desconocimiento de la historia.
Pero, aunque en el libro se percibe cierta nostalgia, no todos los tesoros que se descubren pertenecen a siglos lejanos. Martínez no desprecia el ingenio de artistas o corrientes más cercanas, como la Bauhaus, una escuela arquitectónica interesada en sintetizar arte y diseño. Con todo, lo más destacable del ensayo son las descripciones. La habilidad del autor para acentuar lo sensorial permite a quien se acerca a estas páginas sumergirse en el lugar escogido, percibiendo su geometría y policromía, así como ser, como la puerta, testigo del entorno. Martínez, en definitiva, consigue convertir al lector en el verdadero protagonista de este viaje de asombro y descubrimiento por la riqueza, pasada y presente, de nuestra cultura.