Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona (1999). 249 págs. 3.200 ptas. Traducción: Selma Ancira.
El talento siempre aspira a pensar por sí mismo, más todavía cuando las circunstancias son adversas. Tal es el caso de Marina Tsvietáieva, por cuya piel se bucea en el dolor y la dicha desde la primera página de este libro. Esta antología de textos (poesía y prosa), seleccionados por Ricardo San Vicente, muestran el lado más devastadoramente humano de una mujer que cargó durante toda su vida con el infierno de la incomprensión, pero sin renunciar a sus convicciones, ni en el dolor, ni en el exilio.
De todo, quizá lo más sorprendente sea descubrir cómo, aun en esas circunstancias, la autora sigue manteniendo atenta su mirada sobre cosas tan simples, tan humanas, como un vendedor de mercado, un pequeño perro, un poeta que siempre olvida sus manuscritos en las tabernas. Y eso no es más que la otra cara de esa moneda en cuyo envés emerge el dolor como un tijeretazo bestial e inesperado (es maravilloso, por cierto, el texto sobre la muerte de Rilke). Y todo escrito con un estilo en el que sentimiento y racionalidad se funden y confunden.
Hay un impulso común a todos los hombres que es el de expresarse en libertad. En Un espíritu prisionero está condensado el testimonio de una mujer que, como tantos otros escritores e intelectuales rusos (Bábel, Pushkin, Radischev, Bulgakov…), se rebeló contra el yugo comunista del pensamiento único.
Andrés Barba