Cuando uno cumple 13 no cree en monstruos, eso es para niños pequeños. Hasta que una mañana, después de haber soñado que un árbol-monstruo entraba por la ventana para hablar con él, el suelo de la habitación de Conor aparece cubierto de hojas. Sin embargo, el enorme tejo que guarda el cementerio que Conor ve desde su ventana, el que vino a visitarle ayer por la noche, sigue en su sitio. La siguiente noche a la misma hora, 12.07, el monstruo vuelve a llamarle, y otra vez a la mañana siguiente el suelo de su habitación aparece cubierto de bayas rojas.
Conor está totalmente desorientado y no sabe si está perdiendo la cabeza, hablando con un árbol que vendrá más veces para contarle tres historias –más una cuarta que tendrá que ser contada por él– y que además le ayuda cuando lo necesita. A todo esto, se suma el cáncer que padece su madre y la soledad que él sufre cada día en el colegio. Es como si fuera invisible, no habla con nadie; incluso los profesores parecen obviar su presencia, aunque se meta en problemas (ayudado por su amigo el tejo). Para colmo de males, su abuela materna se instala con ellos para cuidar de su madre, que en vez de mejorar parece estar peor.
Se trata de un relato, muy bien adaptado al cine el pasado año, que mezcla fantasía y realidad, aunque no se sabe muy bien cuánto hay de imaginario en el libro –tan sutil es la separación–. Incluye tres historias contadas por el monstruo que son breves relatos dentro de la trama principal, con personalidad propia. La historia es corta, con mucho dialogo y párrafos breves, pero muy bien redactada. Y es dura, de enfrentamiento con la realidad y con el hecho de que puede llegar a perder a su madre. Aunque de otro modo, Conor ya perdió a su padre cuando este se divorció y se fue a América con su nueva familia. Pero ahora se trata de enfrentarse a una separación definitiva, para siempre.
El monstruo aparece porque Conor le llama, aunque él no está al tanto de ello. Le cuenta tres historias en las que el final no es el que uno se espera, y en las que los protagonistas deben tomar decisiones duras para superar las dificultades. Esto lleva al crecimiento interior y a la maduración de uno mismo, a tratar de entender el porqué de muchas cosas. Los relatos llevan a Conor a hacerse preguntas que antes no se había planteado. El último lo tendrá que contar Conor, abriendo su más profundo yo y descubriendo sus sentimientos. Conmovedor.