Ulrich Beck es uno de los sociólogos europeos actuales más influyentes. Dirige el Instituto de Sociología de la Universidad de Múnich y enseña en la London School of Economics. Su obra La sociedad del riesgo se considera un clarividente esfuerzo de explicación de los procesos sociales de la postmodernidad. En esta ocasión estamos ante un libro que se propone bastante más de lo que consigue. De una parte realiza un esfuerzo por describir las características del trabajo en la sociedad del cambio de siglo. Por otro lado, pretende apuntar tendencias y escenarios futuros sobre cómo será el trabajo en la sociedad hacia la que nos encaminamos.
El muy extenso primer capítulo, firmado por Beck, es lo más enjundioso del texto. Describe con cierto detenimiento las características y condiciones del trabajo en Occidente: las transformaciones tecnológicas en la mayoría de los puestos de trabajo, los contratos basura, la precariedad del empleo, las transformaciones en el horario laboral, el desempleo, la economía informal, etc. En general, aborda los temas con pocos datos empíricos, aunque con reflexiones generalmente sugerentes y habitualmente críticas hacia los planteamientos neoliberales dominantes. Concluye que la tendencia occidental es la «brasileñización» del mundo laboral. Una situación en la que, por ejemplo, apenas el 35% de la población económicamente activa cuenta con la protección de algún tipo de seguridad social o en la que la desregulación de las relaciones laborales debilitan la capacidad negociadora de los sindicatos.
Después de describir la situación y las posibles tendencias futuras, Beck no renuncia a formular una propuesta de salida ideal a la que denomina «trabajo cívico». Plantea, de manera un tanto utópica, que «el trabajo cívico debe desligarse, en la medida de lo posible, de la preocupación por el sustento cotidiano y por el futuro personal». Se trataría de un trabajo que se realiza en función del compromiso personal con la comunidad. Se relaciona con el espíritu del trabajo voluntario, pero lo sobrepasa en el sentido de que no es la mera dedicación de tiempo de ocio, sino verdadero tiempo dedicado al trabajo y, en consecuencia, remunerado, con fondos públicos si fuera preciso.
En la segunda parte del libro, Beck invita a cuatro colegas sociólogos, de distintas procedencias geográficas y culturales, a reflexionar sobre cuestiones relacionadas con el marco planteado en la primera parte. Escriben Ruth Bamela-Engo Tjera, consejera para asuntos africanos de la Organización Internacional del Trabajo; Hing Ai Yun, profesora de Sociología en la National University de Singapur; Gerd Mutz, director del Munich Institute for Social Science, y Baharuddin Shamsul, profesor de Antropología Social de la Universidad Nacional de Malasia.
Entre las deficiencias formales del libro destaca que la edición española carece de bibliografía, por lo que las citas del texto resultan las más de las veces ilocalizables. Sólo al final del capítulo primero se puede encontrar una relación bibliográfica. En definitiva, éste es un trabajo demasiado pretencioso en sus objetivos para lo limitado de los datos que maneja. Resulta así más interesante por las cuestiones que plantea que por las soluciones que propone.