Lumen. Barcelona (2000). 362 págs. 3.500 ptas.Traducción: Marisa Presas.
Martin Walser nació en 1927, el mismo año y en el mismo pueblo que el protagonista de esta novela, Johann, quien decidirá también ser escritor. De modo que se trata de un escrito, de hecho, muy autobiográfico. La acción transcurre de 1932 a 1945, años que corresponden al «esplendor y miseria del III Reich», y también a la infancia y adolescencia de Johann. El libro relata la vida de Johann hasta los 18 años y, al mismo tiempo, describe las reacciones de los habitantes en ese pueblo, Wasserburg, a lo largo de esos trece años de nazismo y guerra.
Walser, además de una docena de novelas, ha publicado un libro de ensayos y es autor de teatro. Sin duda alguna, Una fuente inagotable es un libro escrito con manifiesta seguridad y dominio de la lengua (la traducción de Marisa Presas parece magnífica). En cuanto a la técnica narrativa, usa un modo que se manifestó también muy eficaz en las obras de Siegfried Lenz (ver servicio 154/92), y en algún otro autor alemán. Se trata de que el narrador «no sea» el autor, no sea Walser, sino que lo sea el protagonista; pero el protagonista cuenta las cosas como si fuera el narrador, es decir, al modo objetivo y omnisapiente; sin embargo, como se elige a un protagonista-narrador un poco necio (es el caso de Lenz) o muy despistado (el Johann de Walser), resulta una objetividad muy subjetiva y parcial, y una omnisapiencia que no es tal. Pero esta visión ignorante de la realidad está de tal modo trabajada por el autor, por Walser, que hace guiños al lector, y el lector entiende todo y se sabe más listo que el pobre Johann…
En determinados casos puede ser muy eficaz esta manera, graciosa, veladamente irónica; pero en Una fuente inagotable, si es eficaz para conocer a Johann, el protagonista, si es útil para dibujar en segundo o tercer plano a todos los demás, parece insuficiente para recrear el ambiente, convicciones y fanatismos, miedos y repulsa, y las diversas consecuencias del nazismo en Alemania, de modo preciso en Wasserburg y sus habitantes. Y otro aspecto al menos desconcertante del libro es la omnipresente lujuria de Johann, que en la segunda mitad del libro se convierte en la reiterativa sustancia de la novela.
Sin embargo, la maestría literaria de Walser traduce de maravilla los lugares y paisajes de Wasserburg, en sus cuatro estaciones, con breves y eficaces pinceladas de poeta. Por otra parte, no menos viva, variada y colorista es la galería de personajes: la familia de Johann, los empleados de la fonda -escenario principal-, que es hogar y negocio, los amigos y amigas, los clientes asiduos… y, siempre, la música (el piano de la fonda), y la palabras, esa fuente inagotable con que transmitir los sentimientos humanos, la realidad de la vida.
Pedro Antonio Urbina