Plaza & Janés. Barcelona (2004). 703 págs. 21 €.
El lector de cuarenta años en adelante se acercará a esta historia de «El País» y de Prisa con cierta simpatía y nostalgia. Por las páginas del libro desfilan muchos personajes y hechos centrales de la transición política española. Justo es reconocer que el periódico fue uno de los artífices de esa etapa y que sus protagonistas merecen un recuerdo agradecido. No se puede evitar una sonrisa al leer los comienzos del periódico y ver a un grupo de entusiastas periodistas, empresarios e intelectuales comprometidos con la libertad de expresión y la transformación de España en una democracia.
Pero según nos adentramos en la lectura experimentamos una cierta incomodidad. Empiezan las alabanzas y la aprobación de todo lo que hace, dice o representa el periódico: «El País» es la moderación frente a la radicalidad, el rigor frente a la ligereza, el respeto frente a la intolerancia, la ponderación frente a la exageración, la sabiduría frente al error. Pocos desaciertos se le atribuyen, salvo algunos que pueden pasar más por gazapos o inocentes meteduras de pata.
Qué decir de los capítulos dedicados a la toma de postura del diario ante cuestiones debatidas, personas o instituciones. Además de premiosos, son parciales y acríticos hacia la actuación de «El País». Hay muchos entrecomillados tomados de acá o allá que, bien yuxtapuestos unos a otros, producen una sensación de que «El País», Prisa y sus gestores siempre juegan limpio, todo lo hacen bien y no tienen nada que reprocharse. Desde luego, el desembarco en la SER, la concesión de la televisión de pago o la «guerra digital» se narran como si todo estuviera claro, no hubiera intereses políticos por medio y las adjudicaciones fueran justas e irreprochables…
No sé si algunos de los que pasaron por «El País», la SER o el resto del grupo y ya no están allí se mostrarán conformes con lo que relata el libro. Tampoco sé qué opinarán los protagonistas de Antena 3 Radio que, de la noche a la mañana, vieron que su cadena era absorbida por el grupo.
No todo son defectos en este libro. Las autoras, que cultivan la historia del periodismo español, tienen buena pluma, han consultado muchas fuentes y las han ordenado, el relato está bien estructurado. Y, aunque es claramente parcial a favor del Grupo Prisa y sus gestores, es respetuoso con todos.
Ignacio Barrera