Cuando Meg tiene que marcharse a Nueva Zelanda, lo que más le pesa en el corazón es tener que dejar a su amigo de la infancia Oscar. Han sido muchas tardes de hablar de ventana a ventana hasta altas horas de la noche, de pedalear juntos hasta el puerto, de ir al colegio, y sobre todo de compartir las maravillosas tartas de manzana que su amigo cocina.
Sin saber muy bien que hará con ella, la noche anterior a su partida Meg escribe una carta a Oscar que no llegará a entregar, quedando oculta debajo del colchón, hasta que el siguiente inquilino de su casa, Paloma Killealy, la adorable Paloma, la encuentre.
Pero estando en Nueva Zelanda la noticia de la súbita desaparición de Oscar hará volver a Irlanda a toda la familia. Una vez de vuelta, se enfrentará con una dura realidad: el aparente suicidio de Oscar. El hermano de este, Stevie, sin embargo no concibe que Oscar esté muerto. Sin perder la esperanza en ningún momento, convence a Meg de que deben buscar a Oscar y descubrir la verdad.
El libro está narrado desde la perspectiva de los dos principales personajes, Meg y Oscar. La autora, escribiendo desde un punto de vista totalmente actual (redes sociales, actividades adolescentes, etc.), va construyendo la historia remitiéndonos al pasado para luego continuar hacia el futuro. Muy bien escrita, la novela pone de manifiesto lo fácil que resulta destruir la identidad y la reputación de un adolescente con unos cuantos comentarios de algún supuesto amigo con buenas intenciones. En algún momento traza un análisis psicológico de cómo la sociedad, en este caso a nivel de colegio, se asienta sobre unas supuestas “clases” o etiquetas de grupos de gente. Si estás al final del escalafón eres un fracasado y lo serás toda tu vida, y no hay solución posible.
Sin embargo, el papel de los amigos de verdad, la lealtad, el soporte de la familia y el no perder nunca la esperanza de que las cosas siempre mejoran con el tiempo, convierten la historia de Oscar en un relato realmente edificante. El vocabulario está muy cuidado, el ritmo narrativo es muy bueno, con capítulos cortos, no se recurre a situaciones inverosímiles o fantasiosas, la acción transcurre muy a pie de calle. Todo ello hace de Una tarta de manzana llena de esperanza un buen libro para chicos de 12 a 16 años.