Como es habitual en las novelas de Donna Leon (Nueva Jersey, 1942), «Veneno de cristal» también se desarrolla en Venecia, ciudad que la autora norteamericana ha elegido para vivir. En ella, presenta una intriga a partir de la aparición del cadáver de un vigilante nocturno de dos «fornaci» -los talleres de artesanía del cristal- de la famosa isla de Murano, en la laguna véneta. La trama gira en torno a los intereses laborales y económicos que prevalecen sobre el cuidado del medioambiente y se mezclan con ambiciones políticas locales.
Una novela -morosa para introducir el tema- en la que un comisario castizo veneciano, atento al buen funcionamiento de su sociedad local, responsable y flexible en su trabajo, respetuoso y cordial con los demás y sensible marido y padre de familia, mantiene un ritmo tranquilo y sereno en la investigación de un crimen que tarda demasiadas páginas en producirse. Y en el que una de las pistas más importantes sigue una codificación sobre «El infierno de Dante». Hay también cierta tensión en la relación del comisario con un jefe ambicioso, para dar un poco más de contenido a una trama quizá un tanto pobre desde el punto de vista policíaco. Más interés puede despertar su prudente alegato ecológico.