Vivimos en la época de la “posverdad”, pero eso no quiere decir que los periodos precedentes al nuestro se caracterizaran por el predominio de la honestidad. El autor de este ensayo, Tom Phillips, ilustra esta obviedad con mucho detalle y con ejemplos de distinta índole: políticos, empresariales, sociales, científicos, etc. La historia humana está unida a la resistencia frente a los hechos y al intento de tergiversarlos, sobre todo por parte de quienes tienen poder o dinero. Así, algunos bulos son difíciles de desarraigar y vuelven periódicamente: la historia de Jack el Destripador, la vida en la Luna, la aparición de extrañas naves voladoras o los tratamientos médicos milagrosos, entre otros.
Pero, aunque las noticias falsas son tan viejas como la humanidad, a mitad del siglo XV se produjeron tres cambios en nuestro mundo que hicieron posible la expansión de la información: el desarrollo gradual de redes postales fiables y extensas, el incremento de la importancia de la información para los negocios y, por último, la aparición de la imprenta.
Ante la fácil difusión de la mentira, cabe preguntarse dónde viene y nace la falsedad. Para Phillips, verdad es sinónimo de precisión y evidencia, cualidades que son difíciles de alcanzar a tenor del estado de nuestra mente y del mundo.
El problema es que algunas mentiras “echan raíces” y se convierten en creencias generalizadas. Esta propagación y arraigo, dice Phillips, se produce de varias formas: por el esfuerzo que supone comprobar los datos, por los vacíos de información, por los autoengaños, las trampas o la superficialidad. En todo esto se puede incurrir con mala intención, pero lo más frecuente es engañarse por precipitación e irreflexión, debido al modo caótico y desordenado en que se producen los acontecimientos humanos.
Frente a todo esto, ¿hay algo que podamos hacer para para mantener a raya la charlatanería? El libro sugiere algunas medidas prácticas: invertir esfuerzo, personas, recursos y cooperación en comprobar fehacientemente lo que se afirma; cultivar un sano escepticismo ante aquello que tendemos a creer fácilmente; premiar a quienes reconozcan sus errores y llenar los vacíos de información existentes. Pero no basta con arrancar malas hierbas en el jardín de la información: también se han de plantar flores no tanto para evitar creer en las noticias falsas, cuanto para confiar en las reales.
El autor de este libro muestra ser un experto en la historia de la charlatanería, la personalidad y las estrategias de los mayores timadores de la historia conocidos. Tal avalancha de despropósitos necesita de una dosis de buen humor que facilite la lectura; y realmente Phillips hace ameno el ensayo, sin poder evitar, por otra parte, alguna caída de tono.