Gerard Manley Hopkins (1884-1889) es un ejemplo claro del “síndrome de Van Gogh”: un poeta completamente ignorado en vida que, décadas más tarde, suscitaría un notable interés por su obra. Tras su prematura muerte a los 44 años, aquel discreto jesuita apenas era recordado por sus compañeros como un hombre de peculiar sentido del humor, lleno de manías, aficionado a meticulosidades lingüísticas y a observar, extasiado, los fenómenos naturales más comunes. Sin embargo, una comprensión atenta de su poesía y su prosa nos descubre a un hombre cautivado por la belleza de cuanto le rodeaba, ávido de captar sus expresiones más efímeras a través de sus versos. “Nadie ha amado más que yo la belleza física”, escribía a un amigo.
En este breve ensayo, …
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