Anita Brookner (1928-2016), escritora británica, ganadora del premio Booker, logró en Vidas breves (1990) una de sus obras más convincentes. Como en otras de sus novelas –por ejemplo, Un debut en la vida–, la narración se centra en la vida de mujeres que viven solas y que buscan de manera un tanto deslavazada la felicidad.
En Vidas breves, Fay Langdon, protagonista y narradora, se dispone a afrontar dignamente su solitaria vejez mientras evoca su trayectoria. Se remonta a los años 40, en los que abandonó su profesión de cantante para casarse con Owen, un abogado dedicado casi exclusivamente a su trabajo, de forma que la relación matrimonial fue correcta, pero fría e insatisfactoria, especialmente para ella, que añoraba un auténtico afecto. Fay tiene una amiga, Julia, casada con un colega de su marido, mujer glamurosa y extravagante; entre ellas hay una peculiar relación, ya que no se acaban de entender y simplemente se soportan.
Cuando muere Owen, Fay se dedica a tareas sociales para intentar llenar su vacío existencial, y también busca refugio en los brazos del marido de Julia, un secreto guardado con sigilo a pesar de que la sombra de Julia planea constantemente sobre ambos. El dolor y la tragedia prosiguen en la vida de las dos mujeres, así como el nacimiento de nuevas ilusiones.
Vidas breves hace honor a su título, ya que todo lo que ocurre tiene fecha temprana de caducidad y es una historia realista de amor y desamor que no dulcifica los hechos. Un triángulo amoroso elegantemente descrito y sin estridencias, en el que se atisban ciertos ecos de Madame Bovary o Anna Karénina.
Brookner diseña unos convincentes personajes femeninos, poliédricos y llenos de aristas, entre los que resalta especialmente el de Fay, que carga con el sufrimiento de su fracaso amoroso y su soledad. Gran parte de su vida resulta una búsqueda infructuosa del amor romántico que soñó en su juventud, como afirma ella misma: “El amor no es el premio asombroso que alguna vez pensé que era, sino una mercancía mucho más cotidiana, con un simple centavo en lugar de un penique”.
La autora describe una historia aparentemente corriente y sin acontecimientos espectaculares, ya que los mimbres esenciales están en el interior de sus protagonistas, en la sutileza de la voz narradora y en la hondura de una prosa que dibuja con exquisitez los sentimientos: la nostalgia, la fragilidad, la fugacidad de los momentos felices y el esfuerzo por afrontar con madurez las decisiones. Una lectura absorbente y deliciosa.