En su anterior libro, Las constantes humanas, Rafael Gómez Pérez hacía referencia a ciertos elementos comunes a todas las épocas históricas. También en todas las sociedades conviven vicios, virtudes e hipocresía y, tal y como advierte en este breve ensayo, una sociedad se puede analizar en función de estos tres elementos.
No se trata, en cualquier caso, de seguir a Mandeville –con su “virtudes públicas, vicios privados”– pues, como demuestra Gómez Pérez, en uno y en otro ámbito se dan los dos, y los vicios no pueden ser justificados. Además una sociedad totalmente corrompida no podría sobrevivir. Por otro lado, se basa en una realidad antropológica: el hecho de la libertad humana, capaz del elegir tanto el bien como el mal.
El libro toma como referencia la sociedad actual y tiene tres partes principales. La primera de ellas, repasa los vicios dominantes como la envidia, la pereza o la codicia. Vincula vicio con delincuencia y advierte del pernicioso efecto social de las drogas. Establece las diferencias entre opinión y falacia –repasando los principales tipos de ésta- y esta distinción puede servir para evitar la confusión que generan en ocasiones los debates televisivos en la audiencia.
La segunda parte repasa las virtudes correspondientes, desde la independencia personal, a la justicia, la sinceridad, la laboriosidad o la tolerancia, concluyendo con un análisis de la amistad civil o concordia, lo más necesario, según Aristóteles, para la vida política. Asimismo se destaca la influencia de la cultura en la configuración concreta de los vicios y las virtudes, dedicando un pertinente apartado a la cultura de la queja.
En relación con la hipocresía, Gómez Pérez cree que tiene mucha fuerza social. La hipocresía contamina las relaciones sociales y las degrada, siendo dimensiones de la misma la demagogia y el populismo. El autor señala lo grave que resulta en el contexto actual no el fingimiento de la virtud, sino el del vicio. Sin embargo, lejos de ser pesimista sobre la situación de hoy, Gómez Pérez confía en la libertad individual y en la responsabilidad humana para hacer que en la balanza pesen siempre más las virtudes que los vicios.