¿Realmente el matrimonio es “hasta que la muerte nos separe”? En los últimos años, diferentes escritores han abordado de manera más o menos informal la defensa de que el vínculo matrimonial no caduca. La canonista María Álvarez de las Asturias y el poeta Enrique García-Máiquez lo han defendido públicamente en numerosas ocasiones. Daniel Cotta, en su poema “Plan para enredar a Dios”, escribe que al llegar al Cielo le recordará al Creador que su mujer y él son una sola carne, porque Él lo hizo así. Y de este modo imagina la respuesta:
(…) e igualito que un padre
que no sabe decirle no a su hijo,
dirá extendiéndonos el doble pase:
— Que lo que Dios ha unido,
que Yo no lo separe.
La psiquiatra austriaca Elisabeth Lukas se pregunta en uno de sus libros: “¿Cómo podría un sí sin condiciones convertirse en un no cuando las condiciones cambian, cuando el otro toma un rumbo diferente, enferma o muere? Aquella parte fundamental de la relación que era amor ‘sobrevive’ incluso al fin de la relación”.
Paz Fernández Cueto se planteó también estas dudas en 2019, al fallecer su esposo Alejandro, tras cuarenta y ocho años juntos y ser padres de once hijos. Sintió que una relación tan fuerte como la matrimonial no podía terminar así. Pero a esta intuición suya parecía contraponerse el pasaje del Evangelio de Marcos: “Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo”.
¿Cómo podía armonizar su fe católica con aquella certeza que tenía de que su matrimonio no había desaparecido? Basada en su propia experiencia y en la de tantos otros, empezó a investigar y, fruto de sus pesquisas, ha escrito este ensayo.
Lo primero que descubrió es que la famosa frase que lleva en el título y que en la cultura popular se ha interiorizado como parte del rito del matrimonio, no figura de hecho en las promesas matrimoniales en español, ni en la Escritura, ni en el Catecismo de la Iglesia Católica ni en documentos de pontífices o doctores de la Iglesia.
Precisamente en todas estas fuentes se apoya la autora para las argumentaciones que va presentando en cada capítulo: además del pasaje de Marcos mencionado, también recurre, entre otros, al Génesis, al Cantar de los Cantares y al libro de Tobías; se apoya en textos de León XIII, Pío XI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, y en documentos del Concilio Vaticano II, como Gaudium et spes. Y también en santos (Juan Crisóstomo, Josemaría Escrivá) y en autores contemporáneos (Scott Hahn, Pedro Juan Viladrich, Paula Jean Miller, Carlo Caffarra, Augusto Sarmiento…).
La autora defiende que la contradicción entre el pasaje de san Marcos y la intuición de que la relación matrimonial continúa incluso más allá de la muerte en realidad es solo aparente, y distingue “entre el matrimonio como institución histórica que termina en el tiempo y el vínculo conyugal como realidad espiritual que trasciende a la eternidad”.
Para exponer sus investigaciones, aborda el tema desde diferentes frentes: la explicación de las palabras de Jesús “Seréis como ángeles”, la relación entre los sacramentos de la eucaristía y el matrimonio, el matrimonio como signo de la unión de Cristo con su Iglesia… Especialmente sugerentes resultan los capítulos dedicados a la figura de san José: Fernández Cueto se apoya en que, al hablar de san José, se le llama “el esposo de María”, aún hoy, en presente, no como una realidad histórica pasada, y argumenta que el vínculo entre ambos era auténtico matrimonio, saliendo al paso de objeciones que ponen en duda este punto.
Aunque la intención primera y primordial al comenzar a redactar este libro fuera intentar resolver sus dudas sobre la permanencia de la unión matrimonial más allá de la muerte, al final, y necesariamente, ha compuesto un libro sobre la propia naturaleza del matrimonio.