La narrativa de Marysé Condé (1937), nacida en la isla antillana de Guadalupe, está comprometida con temas como la raza, la búsqueda de la propia identidad y la violencia, especialmente la ejercida contra la mujer. En su recorrido literario destacan Corazón que ríe, corazón que llora, La vida sin maquillaje y La Deseada. Hoy es una voz imprescindible para conocer la marginalidad y los estragos del colonialismo.
Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, novela que obtuvo el Gran Prix Littéraire de la Femme, es una potente historia ambientada en el siglo XVII que aúna realidad y ficción. Condé extrae de la historia y de la literatura el personaje de la protagonista y narradora en primera persona. Tituba es una esclava negra que desde niña se inició en la brujería con una curandera de Barbados y realiza encantamientos y aplica remedios mágicos a partir de la naturaleza. Hija de una esclava violada en un barco negrero, se ha convertido en una joven rebelde que lucha por resistir, aunque a veces se deja subyugar por hombres de dudosa reputación y se niega a tener hijos, como ella misma explica: “Para una esclava, la maternidad no es una dicha. Se limita a dar a un mundo de servidumbre y de abyección, un pequeño inocente cuyo destino será imposible de cambiar”.
Vendida a un pastor obsesionado por el diablo, continuamente ultrajada, es denunciada por haber hechizado a varias niñas del pueblo y la llevan a Salem, en Massachusetts. Allí será juzgada, torturada y encarcelada por brujería, aunque logra salir con un nuevo patrón para volver a un nuevo entorno de esclavitud, que es el de los cimarrones en plena revuelta de esclavos. Su final la convierte en símbolo de la resistencia femenina ante la opresión.
La novela es quizá la obra más desgarradora de su autora, ya que no elude mostrar la violencia en toda su crudeza; pero lo hace mediante una prosa expresiva, cuajada de bellas imágenes y con cierta dosis de lirismo que intenta suavizar las duras aristas de la brutalidad.