La visión en primera persona suele ser sinónima de títulos de disparos con ritmo frenético. Mirror’s Edge (2008) se desmarcó con una propuesta enfocada al movimiento eficiente por el entorno, en homenaje a deportistas extremos como los Yamakasi, que lo convirtió en un título de culto. Alentado por la pequeña pero constante demanda, Electronic Arts prometió una secuela que se ha materializado como reinicio.
En la distopía que propone Catalyst la información libre circula por las azoteas en manos de jóvenes corredores. La protagonista, Faith, es la joven más capacitada y tiene especial interés en derrocar al régimen que la privó de su familia. Una trama sin sorpresas que no implica lo suficiente al exponerse atropelladamente, sobre todo hacia el final, sin que personajes y conceptos calen en el jugador.
Los problemas con la narrativa son parte de la lista de nocivas herencias del original: ausencia de combates desafiantes, funcionamiento mejorable de los puntos de salvado, incoherencias al acatar las propias reglas… Sea como fuere, las innovaciones mecánicas, técnicas y artísticas salvan el conjunto de cara a los aficionados.
Faith gana en manejo y habilidades. A sus característicos movimientos (salto, agarre, carrera por paredes y deslizamientos) se une un sistema de lucha competente: se pueden esquivar ciertos ataques y golpear a los enemigos desde varias posiciones. También hay un escudo protector que absorbe cierto daño al moverse sin parar. Por coherencia con el personaje, se agradece que no pueda usar armas esta vez. El control es preciso, requiere pocas pulsaciones y depende del contexto, lo que lo hace asequible.
En óptimas condiciones, más en exteriores que en interiores, las persecuciones con humanos y máquinas son memorables: demandan habilidad, así como conocimiento del entorno para esconderse hasta rebajar la alerta. Los escenarios se prestan a ello con diversas alturas y recovecos, especialmente ahora que casi toda la ciudad es accesible desde el comienzo. Para el resto de zonas, toca conseguir ciertas mejoras, como el útil gancho motorizado, avanzando en la trama principal o gastando puntos de experiencia en nuevas habilidades.
La navegación por la ciudad es asequible gracias a las ayudas visuales (opcionales) que resaltan superficies útiles e incluso sugieren caminos. Desgraciadamente, el vistoso trazador de rutas holográfico es tan poco fiable como los actuales GPS: puede proponer caminos imposibles o perder la ruta en un momento delicado. Esta es una de las razones por las que es posible morir constantemente, lo que sería más llevadero si no se cargaran datos tras cada intento.
Por suerte, el acabado audiovisual no defrauda: es actual, tiene efectos notables, música electrónica adecuada a cada situación, hermosos diseños minimalistas y fluidez de movimientos. Pequeñas pegas como defectos técnicos o la falta de detalle en ciertas zonas no empañan la ilusión de su futurista urbe de acero y cristal. Más notoria es la ausencia de un modo multijugador en línea que aproveche el escenario: las interacciones disponibles no sacian.
Para los fans, Catalyst mejora al Mirror’s Edge original pero incide en la incapacidad de la franquicia para mostrar todo su potencial, una oportunidad que puede no volver. En todo caso, puede atraer a quienes busquen una experiencia diferente: su excitante mecánica de “movimiento eficiente urbano” es única en su género. Fomenta la perseverancia, los reflejos y la visión espacial.
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