Se agradecen los juegos sencillos y, a la vez, tan intensos en cuanto uno profundiza en ellos. También se vuelve a mostrar que las buenas ideas, apoyadas convenientemente –esta llega de la mano de PS Talents–, logran grandes resultados.
La premisa de Naught no podía ser más simple: el jugador rota los escenarios a voluntad para modificar la gravedad y dirigir así al personaje por laberínticos entornos plagados de desafíos y secretos. Son un total de 40 niveles cada vez más complicados y exigentes que, además, se pueden jugar contra reloj para poner a prueba nuestra pericia. Con un aspecto visual que recuerda mucho a la joya Limbo, nuestro objetivo será llegar al final del nivel y pasar al siguiente.
La verdad es que los niveles están diseñados muy inteligentemente, y hay algunos que lo dejan a uno boquiabierto por su originalidad y por cómo aprovechan las físicas del personaje, muy logradas, aunque debemos advertir que este juego es inmisericorde: cualquier pequeño error al girar el escenario puede llevar a la muerte y a tener que empezar desde el principio si hemos agotado la moneda del juego, la cual se consigue recorriendo los niveles y recogiendo una especie de sustancia azul. Por fortuna, los mapas no son muy grandes, así que empezar desde el principio no supone un suplicio, como pasaba en los primeros clásicos del género.
Quizás los 40 niveles se hagan algo escasos para los jugadores más habilidosos; además, se habría agradecido algún tipo de cooperativo o competitivo offline y online para poder jugar con un acompañante. Igualmente la música, aunque variada en cada nivel, se repite mucho y puede llegar a cansar.
Técnicamente, deja poco margen de mejora para el tipo de juego que es: un plataformas 2D sin más ambición que la de hacernos pasar un buen rato girando los escenarios sin parar. Siempre va extremadamente fluido y los contrastes son los adecuados para poder ver siempre todo bien. No hay voces, pero los textos están en perfecto castellano, algo que siempre se agradece.
Naught vuelve a ser la prueba de que el desarrollo español está lleno de buenas ideas bien ejecutadas y de que un juego para smartphones se puede trasladar genialmente a una consola. Además, salvo por la dificultad creciente, no tiene contenido inadecuado alguno, por lo que hasta los más pequeños lo disfrutarán.