La franquicia de lucha tridimensional Tekken, antaño referente del género, pasa por un momento de búsqueda de su identidad caracterizado por la experimentación. En estas condiciones desembarca en la portátil de Nintendo con un extraño paquete que contiene un videojuego y una película.
El juego es, en esencia, un refrito no canónico de Tekken 6 que retoma los personajes de Este sin ofrecer ninguna trama que les aporte contexto. El objetivo aquí es competir contra la máquina o contra otros jugadores (en local o por Internet) para ganar títulos y acumular tarjetas sobre los luchadores. Pero se echa de menos una buena trama que incite a seguir jugando, máxime teniendo en cuenta que la tendencia oriental a coleccionar objetos no seduce tanto en Occidente.
Por fortuna, como título de lucha es intachable: aglutina todos los movimientos y estilos de las versiones de sobremesa, se mueve fluido, aprovecha el efecto de profundidad tridimensional de la consola y luce impresionante. Además, permite asignar partes de la pantalla táctil a diversas combinaciones de botones, de modo que resulta muy manejable.
La película de animación por ordenador que se incluye como complemento es otra historia. Tekken Blood Vengeance, pese a algún combate destacable, no aporta nada relevante a la trama de la saga y resulta memorable tan solo por sus extravagancias. Ni siquiera se podría aconsejar por su efecto 3D porque resulta muy corriente.
En general, se puede decir que es un buen juego de lucha, pero una mala entrega de Tekken al no aportar nada a la franquicia más allá de ser la primera incursión en 3DS. Se recomienda a fans de la saga con gustos orientales y, en menor medida, a aficionados de los juegos de lucha, puesto que de momento no hay muchos títulos del género entre los que elegir en la consola.