Tras un tortuoso desarrollo de nueve años, la tercera obra del director Fumito Ueda ha llegado por fin a las tiendas como un título para un solo jugador. No exento de problemas, siendo los de carácter técnico los responsables de saltarse una generación entera de consolas, The Last Guardian destaca por su encanto singular.
Relatada a modo de cuento, la trama nos pone en la piel de un chico que tendrá que colaborar con una colosal bestia alada (un Trico: mitad perro, mitad ave) para escapar de una fortaleza de fantasía. Esta historia de amistad entre especies, en la que algunas lagunas se explican mediante la magia, se crece ante la adversidad y desemboca en un emotivo final de los que escasean en la industria. Lamentablemente, su pausado ritmo y su sensibilidad nipona lo alejan de los cánones occidentales para un éxito de ventas.
La mecánica del juego es sencilla: los mismos cuatro botones que controlan las acciones básicas del chico (bajar, saltar, coger y lanzar) permiten dar órdenes a la bestia una vez que nos ganamos su confianza. No obstante, la naturaleza instintiva de Trico y su creíble inteligencia artificial hacen que no siempre responda a los comandos o se entretenga en otros menesteres, en algunas ocasiones proporcionando pistas.
Cada personaje tiene sus ventajas y hay que alternar entre ellos para superar los retos que se presentan tanto en el interior como en el exterior de los ruinosos escenarios. Por ejemplo, subido al plumaje de Trico el protagonista puede saltar desfiladeros, trepar por construcciones en pleno derrumbe o enfrentarse a armaduras reanimadas que buscan raptarle. Los desafíos tienen una dificultad asequible en el caso de la acción; los puzles y avances por plataformas pueden confundir al no ser demasiado obvios. El uso de una guía puede ser recomendable dado que las pistas opcionales del chico resultan crípticas.
En el apartado audiovisual, The Last Guardian sobresale por sus diseños, animaciones e iluminación ya que acusa texturas propias de una generación pasada. Trico es creíble tanto por sus reacciones caninas como por la movilidad de su plumaje y pelaje. Todo un hito digital potenciado por un cuidado diseño sonoro multicanal. Su banda sonora orquestada pone la guinda al conjunto con melodías apropiadas y memorables.
Pese a que el paquete merecía haber sido redondo, se ve lastrado por los años de desarrollo de varias formas. La primera es que su obsoleto diseño exige demasiada precisión para ejecutar las acciones, algo a lo que cuesta acostumbrarse. Más grave es que el control, parcialmente automatizado, y la cámara, con abundancia de puntos ciegos, entorpecen el manejo general. El rendimiento en pantalla también da problemas porque requiere del modelo PS4 Pro para ser estable. Y por último está la cuestión de su ausencia de contenido extra: los objetos coleccionables no son suficiente aliciente para jugar tras terminarlo.
Con todo, The Last Guardian es probablemente la experiencia más mágica dentro del catálogo de Sony. Gustará a jóvenes y adultos, preferentemente jugadores habituales, que busquen un título alejado de los convencionalismos y que fomente valores positivos como la amistad o la coexistencia entre especies. Su uso puede potenciar además la resolución de problemas y la visión espacial.
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