La asistencia de Donald Trump a la Marcha por la Vida que tiene lugar en Washington D.C. desde hace 46 años –ha sido el primer presidente de EE.UU. en ir– ha reforzado en algunas activistas prochoice la idea de que ellas representan la resistencia en la “guerra contra las mujeres”. Pero, como recuerda Mary Hallan FioRito en Our Sunday Visitor, son las partidarias del aborto las que se han alejado de los ideales que inspiraron a las madres fundadoras del feminismo estadounidense.
Hoy pocos se acuerdan de cuando el grupo provida New Wave Feminists fue expulsado de la primera Marcha de las Mujeres, celebrada en 2017 para protestar contra Trump. Pese a la insistencia de las organizadoras en que esa manifestación expresaba el sentir de las mujeres, el incidente puso de manifiesto que solo las prochoice eran bienvenidas. Las activistas de New Wave Feminists terminaron presentándose a la protesta, pero sufrieron la intimidación de algunas participantes.
Para FioRito, abogada e investigadora, este episodio es sintomático de cómo ha cambiado el movimiento feminista en las últimas décadas. Para feministas pioneras como Susan B. Anthony, Elizabeth Cady Stanton, Victoria Woodhull o Alice Paul, “trabajar por la protección legal de los no nacidos era una causa tan promujer como abogar por el derecho de las mujeres a votar, a ser propietarias o a inscribirse en las carreras de Medicina o Derecho. A las sufragistas nunca se les habría ocurrido que las voces que se decían a favor de las mujeres hablarían al mismo tiempo en contra de los niños no nacidos”.
En sus escritos y discursos, esas mujeres manifestaron con claridad y energía meridianas que “la oposición al aborto estaba enraizada en su compromiso con la no violencia, la igualdad radical, la ciencia, los derechos de los niños” y el rechazo a una mentalidad machista que ve los embarazos imprevistos como un problema a resolver por las mujeres.
Hoy, en cambio, el feminismo radical presenta el aborto como un derecho necesario para la plena libertad de las mujeres. Frente a esta narrativa, la Marcha por la Vida de este año ha querido subrayar la orientación decididamente promujer del movimiento provida. Además de por el testimonio de las primeras feministas, este mensaje viene respaldado por el compromiso desinteresado de tantas voluntarias que “a menudo hacen malabarismos con sus propios deberes profesionales, personales y familiares para estar al servicio de las mujeres embarazadas que lo necesitan; mujeres a las que con frecuencia no conocen y que quizá no lleguen a conocer”.
Tampoco es coincidencia “que la mayoría de los grupos provida –desde los de ámbito nacional, como la propia Marcha por la Vida, la Lista de Susan B. Anthony y Americans United for Life, hasta los centros locales de ayuda a las embarazadas, como Aid for Women, en Chicago, o Maggie’s Place, en Phoenix– estén encabezados por mujeres”.
Y concluye FioRito: “Lejos de haber sido embaucadas por hombres dominantes, las mujeres provida aspiran a lograr una verdadera igualdad para las mujeres, y trabajan por un mundo en que cada embarazo, previsto o no, sea siempre acogido y celebrado como un regalo que solo las mujeres pueden traer”.