Zipline, una empresa dedicada a la robótica con sede en Silicon Valley, se ha convertido en una herramienta sanitaria de primer orden en Ruanda. Después de recibir la aprobación del Ministerio de Sanidad, su tropa de drones lleva bolsas de sangre –el año pasado se repartieron más de 5.500 unidades– desde una base en la zona este del país a doce hospitales regionales. The Guardian cuenta la historia y entrevista al cofundador de la empresa.
Este servicio ya está salvando vidas, pues el tiempo de espera entre la petición y la llegada del suministro ha pasado de casi cuatro horas a 45 minutos. El beneficio se ha notado especialmente en la reducción de la mortalidad materna –un cuarto de los fallecimientos se producía por hemorragias– y de los casos de anemia, muy frecuentes, especialmente en niños que han padecido malaria. Además, los drones de Zipline están permitiendo a estos hospitales almacenar menos sangre, evitando que se desperdicie.
La idea del proyecto nació por una visita de uno de los fundadores de la compañía a una institución médica en Tanzania, donde conoció a un estudiante que había diseñado un sistema de alarma a través del móvil por el que los médicos podían pedir medicinas o vacunas de emergencia. El problema era que muchas de esas peticiones quedaban en nada por la imposibilidad de atenderlas.
Aquí entran los drones. Los médicos ruandeses hacen sus peticiones a través de WhatsApp o de un sitio web creado por Zipline, y enseguida reciben la confirmación. Cuando los “zánganos” están a un minuto del hospital, los médicos reciben un mensaje, y acuden a la zona de entrega para recibir el paquete, que llega pegado a un paracaídas.
El año que viene, Zipline planea extender sus servicios a Tanzania y repartir, además de bolsas de sangre, fármacos contra el sida y la malaria. Si se cumplen sus expectativas –pretenden dar soporte a unas 1.000 clínicas desde cuatro bases–, se trataría de la red de envío por drones más grande del mundo.