La evasión fiscal por parte de las empresas y particulares es un tema candente en todas las latitudes, incluso cuando estamos ante una pandemia y sería deseable afirmar sin vacilación los valores de solidaridad y legalidad. Baste decir que el valor de los impuestos sustraídos de las arcas de los Estados en un año, a nivel mundial, y que terminaron en países con fiscalidad “simplificada” es de 427.000 millones de dólares, cifra que, por cierto, equivale al salario de 34 millones de enfermeras.
La denuncia figura en el informe “El estado de la justicia fiscal en 2020”, publicado el mes pasado por las organizaciones de vigilancia Tax Justice Network (TN), Public Services International (PSI) y Global Alliance for Tax Justice (Ga4tj). Cabe señalar que, comparando las distintas situaciones, las pérdidas fiscales de América del Norte y Europa equivalen al 5,7% y al 12,6% de los presupuestos sanitarios, respectivamente, mientras que las de América Latina y África son más pesadas en términos porcentuales: equivalen al 20,4% y al 52,5%, respectivamente.
Según los datos recogidos por TNN, PSI y Ga4tj, la evasión cuesta más de 1.200 millones de dólares a los gobiernos del Este de África (Kenia, Etiopía, Burundi, Tanzania, Uganda, Sudán del Sur y Ruanda). El informe describe detalladamente el actual sistema de tributación internacional y destaca sus incoherencias. Las multinacionales tienen su sede social en un país, su domicilio fiscal en otro, instalaciones de extracción o producción en distintos continentes, y utilizando redes de distribución y canales de venta mundiales.
Un continente rico pero empobrecido
Por esto se puede decir que África, más que pobre, es un continente empobrecido, como ha afirmado en numerosas ocasiones Giulio Albanese. Basta leer también el último informe sobre el desarrollo económico en África 2020 de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) para darse cuenta de lo que es un escándalo que penaliza fuertemente a un continente extraordinariamente rico en materias primas.
Cada año se sustraen alrededor de 88.600 millones de dólares, equivalentes al 3,7% del PIB africano. Se trata de flujos financieros ilícitos, es decir, movimientos ilegales de dinero y bienes a través de las fronteras, según el informe, titulado “Lucha contra los flujos financieros ilícitos para favorecer el desarrollo sostenible en África”.
La minería es el sector que más se presta a la evasión fiscal
La UNCTAD, que promueve el proceso de integración de los países en desarrollo en la economía mundial, estima que entre 2000 y 2015 las corrientes de capital ilícito alcanzaron la cifra de 836.000 millones de dólares. En comparación con el total de la deuda externa de África, que asciende a 770.000 millones de dólares en 2018, esta fuga de capitales pone de relieve una paradoja: convierte a África en un “acreedor neto del resto del mundo”, según el informe.
“Los flujos financieros ilícitos privan a África y a sus habitantes de sus perspectivas, socavando la transparencia y la rendición de cuentas y erosionando la confianza en las instituciones africanas”, ha dicho el secretario general de la UNCTAD, Mukhisa Kituyi. Estos flujos financieros representan un considerable drenaje de capital e ingresos en África, socavando la capacidad productiva del continente y los esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por ejemplo, el informe señala que, en los países africanos con gran movimiento de flujos ilícitos, los gobiernos se ven obligados a gastar un 25% menos en sanidad que en los países con bajos flujos y un 58% menos en educación. Los capitales ilícitos salen de contrabando del continente mediante exportaciones ilegales, prácticas fiscales y comerciales ilícitas, corrupción o delincuencia.
Dinero desaparecido
Sobre la base de los últimos datos disponibles de las Estadísticas de Comercio Internacional de las Naciones Unidas (UN Comtrade), la UNCTAD ha utilizado el método de la “brecha comercial entre países” para comparar el valor registrado de las exportaciones de los países africanos con el valor correspondiente de las importaciones en los mercados de destino. Por ejemplo, si una empresa de Sudáfrica afirma que exporta a Suiza oro por valor de 10 millones de dólares, pero el comprador suizo informa de importaciones por valor de 20 millones de dólares, ello da lugar a un déficit de facturación de 10 millones. En este escenario, las materias primas salen del país africano pero la mitad de los flujos financieros correspondientes permanecen ilegalmente en cuentas exteriores.
A este respecto, según una investigación realizada recientemente por Global Financial Integrity (GFI), un grupo de reflexión que vigila los flujos financieros transfronterizos ilícitos, “cada dólar que sale de un país tiene que acabar en algún lugar, y muy a menudo, esto significa que las salidas financieras ilícitas de los países en desarrollo acaban en bancos de países desarrollados como los Estados Unidos y el Reino Unido, así como en paraísos fiscales como Suiza, las Islas Vírgenes Británicas o Singapur”. Y “todo esto no empieza por casualidad”: muchos países y sus instituciones “facilitan activamente y obtienen enormes beneficios de la afluencia de grandes cantidades de dinero de los países en desarrollo”.
Para combatir la ocultación de beneficios hay que mejorar los registros de transacciones y de reservas minerales
La UNCTAD considera que esas lagunas en las facturas comerciales –especialmente si persisten durante un largo período de tiempo– podrían sugerir que la empresa exportadora ha subestimado el valor de sus exportaciones para ocultar fondos en el extranjero, por ejemplo, en paraísos fiscales. Según el informe, las materias primas para la extracción se prestan mucho a la subfacturación de las exportaciones. De los 40.000 millones de dólares que se calcula que se desviaron de las exportaciones mineras en 2015, el 77% se concentró en la cadena de suministro de oro, seguida de los diamantes (12%) y el platino (6%). Estas operaciones ilícitas con materias primas son obra de una red cada vez más densa y bien organizada que, en los últimos cinco años, se ha movilizado en la exportación ilegal de las tierras raras, muy demandadas por la industria electrónica.
Contra la corrupción, datos
Este comercio, como sugieren los analistas de las Naciones Unidas, sólo puede contrarrestarse mediante una gestión más eficaz de los recursos mineros y el intercambio de información sobre los depósitos minerales. En la actualidad, 45 de los 53 países africanos proporcionan información a la base de datos de comercio internacional de las Naciones Unidas (UN Comtrade), lo que permite la comparación de las estadísticas comerciales a lo largo del tiempo.
En el informe se destaca la importancia de reunir más datos comerciales y más precisos para detectar los riesgos relacionados con los flujos financieros ilícitos, aumentar la transparencia en las industrias extractivas y la recaudación de impuestos.
Por su parte, la UNCTAD, con su sistema automatizado de datos aduaneros (SIDUNEA), incluido el nuevo módulo sobre la producción y exportación de minerales, denominado “Moisés” (Sistema de evaluación estadística de la producción de minerales), dispone de instrumentos de vigilancia que son un buen comienzo.
Los países africanos deben, a pesar de todo, alentar el intercambio de información fiscal para hacer frente con eficacia al flagelo de estos flujos. Lo cierto es que la debilidad del sistema judicial, junto con la falta de registros geológicos por parte de los gobiernos, hace que el sector minero sea muy propenso a las salidas ilegales de dinero.
Según los datos reunidos por la UNCTAD, el país africano más afectado por los flujos financieros ilícitos vinculados a las prácticas ilícitas de la industria minera es Nigeria, donde se concentran más de la mitad del total del continente. La UNCTAD estima que, además de Nigeria, este fenómeno también está muy presente en Egipto y Sudáfrica. En conjunto, estos tres países abarcan cuatro quintas partes de los flujos financieros ilícitos del continente africano.
Actuar contra la corrupción y la deuda
Pero no podemos olvidar otro factor: esos flujos ilícitos son problemas interconectados con la corrupción y la deuda externa, que han sumido a las naciones africanas en una nueva forma de dependencia, que debilita su soberanía. De ahí el llamamiento, hace unos meses, de la Conferencia de Iglesias de toda África para que se luche contra la corrupción y la creciente crisis de la deuda externa en todo el continente africano. Esta Conferencia (AACC) es un organismo ecuménico fundado en 1963 y presente en 42 países africanos.
En esa causa está presente la Iglesia católica. El Papa, en su último viaje a África, en septiembre de 2019, recomendó a las autoridades cuidar a la gente, luchar contra la corrupción, prestar atención a la Casa común.