En la vivienda africana tradicional el espacio gira alrededor de un eje, una columna central sin el que la casa no podría mantenerse en pie. La profesora congoleña Antoinette Kankindi utiliza la arquitectura para completar una metáfora vital en esa parte del mundo: el hombre es quien construye la casa, sí. Pero la mujer es el pilar.
Precisamente por su labor a favor de la igualdad de la mujer africana, la Dra. Kankindi ha sido galardonada con el Premio Harambee 2017, otorgado por la organización homónima –que trabaja en proyectos de cooperación en 9 países africanos–, y con la colaboración de la firma de cosméticos René Furterer, que patrocina programas de formación y desarrollo en áreas agrícolas de Marruecos, Madagascar y Burkina Faso.
Kankindi, que ha venido a Madrid a recoger el reconocimiento, es congoleña, pero reside en Kenia. Allí imparte Ética y Filosofía Política en la Universidad Strathmore, y desarrolla su programa “African Women Leadership”, encaminado a darles a las mujeres la formación necesaria para sacar adelante pequeñas empresas y, a la vez, convertirlas en puentes para sacar adelante a otras mujeres.
La formación de las mujeres del proyecto de Kankindi incluye temas de política, economía, y responsabilidad personal y pública, entre otros
¿Empoderamiento femenino? El término, tan llevado y traído, no es el que más le emociona. Prefiere hablar de cómo revelar valores muy arraigados en las culturas africanas, como el papel central de la familia, que abarca a muchos más integrantes que la típica familia nuclear. O el valor de la solidaridad, que lleva a interesarse no solo por los problemas de los más cercanos, sino que, en el entorno rural, por ejemplo, impulsa a la comunidad a preocuparse por atender los campos de todos. O la hospitalidad, en un entorno en el que los hogares “no tienen cerraduras ni candados”, y donde al huésped se le trata mejor que al de casa. “La mujer africana es la guardiana y maestra de estos valores”, apunta.
Contra el individualismo liberal
Las mujeres del proyecto de Kankindi, de 24 a 35 años, han venido de diferentes países de África: Costa de Marfil, Sudán del Sur, Malaui, Camerún, la propia Kenia… Algunas ya han puesto en marcha sus pequeñas empresas, como la camerunesa Agbor Tambe Orock, que dirige un negocio de materiales de construcción y ha enseñado a otras cómo emprender los suyos propios incluso desde casa; o como la camerunesa Marcelline Nyambala, que creó una empresa para producir canastas, utilizando únicamente energía solar.
Antes de poner la primera piedra, sin embargo, estuvieron escuchando a Kankindi. Durante un encuentro con los medios de comunicación, la profesora explicó a Aceprensa que la formación consta de cinco fases: una primera, encaminada a abordar el principio de la responsabilidad personal y pública. Le sigue otra sobre cómo aplicar concretamente estos principios en la familia y el trabajo. A continuación, se les explican las características de la organización política y del progreso democrático –“son ciudadanas de sociedades políticas”, señala, por lo que deben estar al tanto–; se les imparten conocimientos de finanzas y gestión económica, y se debate sobre las iniciativas concretas que pueden llevar a cabo.
“La mujer africana es la guardiana y maestra de valores como la solidaridad y la hospitalidad”
De cara al futuro, Kankindi quiere comenzar un proyecto con iniciativas no muy lejos de Nairobi –“las que están lejos no puedo seguirlas”–, por lo que está enfocada ahora mismo en trabajar con comunidades masái que viven a unos 70 kilómetros de la capital. Son pueblos, explica, que se adaptan a la cultura actual, pero que por otra parte siguen arraigados a costumbres ancestrales negativas, como los matrimonios tempranos.
Aunque no todo lo “moderno” es positivo. La premiada profesora se declara literalmente obsesionada con un propósito: que las mujeres que participan de la formación no se encierren en esa especie de individualismo liberal que está desplazando al colectivo también en África. “Siempre fue el ‘nosotros’; pero hoy, en el ambiente urbano, es el ‘yo y yo’”. Ese “tú a lo tuyo”, agrega, es muy nuevo, y lo ha podido advertir en la propia universidad, en las diferencias entre el chico que va a clase en coche y el que no tiene ni para comprar un bocadillo.
Queda solo desearle a Kakindi que persevere en su obsesión particular, pues de sociedades e individuos egoístas ya va servido el mundo.