En cualquier proceso de paz, ponerse en los zapatos del otro y estar dispuesto a corregir la injusticia contra él, son pasos válidos, y el gobierno de Filipinas los ha dado al firmar en marzo un acuerdo de paz para la sureña isla de Mindanao, foco de tensión armada que ha dejado, desde los años 70, el triste rastro de 150 000 personas muertas y 400 000 desplazadas.
Al otro lado de la mesa estaba el Frente Islámico Moro de Liberación (MILF), un grupo que, junto al hoy minoritario Frente Nacional Moro de Liberación (MNLF), han hecho la guerra al ejército filipino en ese territorio para tratar de sacar adelante las demandas de la población musulmana, que ha sido progresivamente preterida desde la llegada de los europeos al archipiélago en el s…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.