La imposición en China de la política del hijo único ha llevado al país asiático a una situación muy difícil de sostener demográficamente. El empeño por controlar la natalidad en las últimas décadas se da ahora de bruces con una realidad que no puede sortear sin dar marcha atrás: la multitud de “hijos únicos” que han crecido en la sociedad china de los últimos años no es ahora suficiente para atender el volumen de ancianos que proviene de generaciones anteriores. Más de 107 millones de chinos -en una población de 1.338 millones- tienen más de 65 años, una cifra que podría doblarse antes de 2030.
En 2008, en el pleno anual de la Asamblea Nacional Popular, hubo un amago -aunque sin éxito- de derogar esta ley de control de la natalidad debido al envejecimiento de la población (cfr. Aceprensa, 13-03-2008). En los dos últimos años algunas medidas y sucesos hacen pensar que el Gobierno chino se replantee un cambio de rumbo en esta cuestión, después de tomar conciencia de los resultados que ha producido con esta política.
En 2009, la ciudad de Shanghái se convirtió en el epicentro de la cuestión cuando se hizo público que la Administración alentaba a las parejas formadas por hijos únicos a tener un segundo hijo. Las autoridades de la ciudad negaron cualquier novedad respecto a la política nacional del hijo único, pero poco más tarde se hizo oficial el proyecto de levantar la restricción en cinco provincias con bajas tasas de natalidad. Los proyectos piloto, que están a punto de empezar en 2011, permiten un segundo hijo por familia si al menos un cónyuge es hijo único. Pekín, Shanghái y otras cuatro provincias harán lo mismo en 2012. La adopción a nivel nacional de la nueva política se espera para el año 2013 o 2014.
A estas medidas se sumó además en junio de 2010 el caso del profesor universitario, Yang Zhizu, y su mujer Chen Hong, que se atrevieron a desafiar a las autoridades negándose a pagar la multa prevista para las parejas que tienen un segundo hijo. El desafío le costó a Zhizu la plaza en la universidad, pero provocó una rebelión cívica en Internet e hizo que sus colegas de la universidad enviaran una carta al gobierno, pidiéndole que le devolviera la plaza. En el texto de la misiva recalcaban que ya era hora de que el país se replanteara la política demográfica.
Obligados por ley a cuidar de sus padres
La flexibilidad que ya se atisba en ningún caso tendrá efectos inmediatos por lo que lo primero que ha decidido el Gobierno es hacer uso de la ley para recuperar a la fuerza la costumbre del cuidado de los mayores. Los ancianos que se sientan abandonados podrán acudir a los tribunales para exigir que sus hijos vayan a visitarles más a menudo.
En China no queda otro remedio, porque en caso contrario muchos ancianos estarían abocados al abandono familiar. Una situación real puesto que, por razones de diferente índole, muchos ciudadanos se ven obligados a cambiar de ciudad sin poder llevarse con ellos a sus progenitores ya mayores. El abandono es una consecuencia de la política del hijo único que los Gobiernos chinos no supieron prever cuando la implantaron y cuya solución quieren hacer recaer sobre los hombros de aquellos que no son más que el fruto de su gestión: los hijos únicos.
La situación demográfica actual del país también pone en peligro la creación de un sistema universal de seguridad social y de pensiones de jubilación, y un desequilibrio de sexos cada vez mayor. En una sociedad con preferencia por el varón, los abortos en función del sexo son corrientes. Los hijos únicos, además de ser obligados por la ley a cuidar de sus padres, se enfrentan a otro gran problema, el de buscar consorte. A comienzos de este año, uno de los think tanks más conocidos, la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), reconoció que la política del hijo único impuesta a la población desde 1979 había creado un enorme desequilibrio entre hombres y mujeres, con implicaciones significativas para la estabilidad social del futuro. El informe de la institución gubernamental indica que en 2020 habrá 24 millones de varones en edad de casarse que no podrán hacerlo debido a la falta de mujeres. Según el mismo informe la relación hombres-mujeres es de 119/100 actualmente y puede llegar hasta un 130/100 en zonas rurales, donde los hijos varones son todavía más apreciados.
La evolución y consecuencias de la política demográfica en China sirven de aviso a Occidente donde el envejecimiento de la población también es notable. Aunque la política del hijo único no se ha implantado de una manera explícita, sí se ha impuesto de un modo indirecto en los últimos años penalizando económica, social y culturalmente a aquellas familias que tenían varios hijos y en especial a las madres.
Preocupación por las enfermedades de los ancianos
Una de las consecuencias del envejecimiento de la población en China es la proliferación de casos de demencia senil. Para tratar de atajar este problema, el Gobierno se ha visto obligado a comenzar campañas de formación específicas en el seno de la comunidad médica. Las grandes ciudades elaboran también programas para construir nuevas instituciones que puedan hacerse cargo del cuidado de estas personas.
El cambio de actitud de la sociedad china es llamativo. Hasta ahora muchas familias, debido al desconocimiento que se tenía de estas enfermedades, confinaban a los familiares que las sufrían en hospitales psiquiátricos todavía con barrotes en las ventanas.
En Shanghái se estima que hay 120.000 personas con alzheimer u otras formas de demencia, pero las autoridades locales apenas identifican un puñado de instituciones preparadas para atenderlas. La dificultad se agrava por el denominado “problema 4-2-1” al que tienen que hacer frente los hijos únicos de padres sin hermanos: hacerse cargo en solitario de dos padres y cuatro abuelos.
Para tratar de solucionar la falta de residencias preparadas, la ciudad de Shanghái ha propuesto el “Plan 90-7-3”: lograr que el 90% de los ancianos sea atendido en casa, mientras el 7% visita ocasionalmente un centro especializado y que tan solo un 3% viva de modo permanente en una residencia.