Tomasz Makowski
China vuelve a tener problemas de importancia. Los datos sobre la evolución económica que se han conocido en las últimas semanas corroboran que la actividad de la segunda economía del mundo se está parando y eso no es bueno ni para China ni para el mundo. El modelo de un Xi Jinping cada vez más autocrático no funciona.
El Producto Interior Bruto (PIB) de China creció un 6,3% en términos interanuales en el segundo trimestre de 2023, menos de lo pronosticado por los analistas. Además, si se compara trimestre a trimestre, el aumento fue del 0,8%, muy por debajo del 2,2% registrado en la primera parte del año. El país ha entrado en deflación –la peligrosa caída real de precios– en julio, al registrar el índice de precios de consumo (IPC) un descenso del 0,3% respecto al año anterior, mientras que el índice de precios industriales, que mide los precios de los productos que salen de las fábricas, retrocedió un 4,4% en términos interanuales. A esto se suma la mayor caída de las exportaciones –el comercio internacional es vital para la economía china– desde 2021. El crecimiento experimentado en 2022 tras dejar atrás la política de “covid cero” que volvió a confinar a algunas grandes ciudades fue un espejismo.
¿Cómo ha llegado China a esta situación? En primer lugar, hay que considerar los cambios en el comercio internacional tras la vuelta a la normalidad después del covid. Los países occidentales han reducido la demanda de productos y han diversificado sus compras. Muchas compañías de Estados Unidos y Europa miran ahora a India para adquirir productos fabricados allí, por ejemplo.
Según un informe alemán, el modelo económico chino basado en las exportaciones podría estar agotado
Un reciente informe del Bundesbank, el banco central alemán, pone el acento en algunas de las causas del estancamiento chino. Una de ellas es que “ha alcanzado el límite de su modelo de crecimiento orientado fundamentalmente a la exportación”, porque la ventaja competitiva que tenía por sus bajos costes de producción respecto a otros países ha ido menguando. Por una parte, los salarios han ido creciendo y, por otra, se han incorporado al comercio internacional países, como Vietnam, que todavía tienen costes inferiores a China.
Caída de la vivienda
Pero el mayor causante del parón chino es “la fragilidad de la demanda interna”, como señalan los economistas Ding Chen y Ling Chen, de la gestora de fondos Pictet, en Financial Times. Dos cambios regulatorios producidos en 2020 han sido fundamentales para llegar a esta situación. El primero, la limitación del apalancamiento a promotores inmobiliarios. El segundo, el control de las prácticas antimonopolísticas en el comercio electrónico, que desembocó en una multa récord al gigante Alibaba y una caída de las cotizaciones de las empresas de este sector.
La desaceleración del sector inmobiliario está funcionando como un lastre para la economía nacional
“El aterrizaje forzoso del sector de la vivienda es el que ha causado el mayor daño” a la economía, afirman los autores del artículo. El sector inmobiliario representa alrededor del 7% del PIB, pero todas las actividades anejas a él han aportado más del 30% del crecimiento chino en la última década. La compra de vivienda es un “amplificador del crédito”, ha canalizado buena parte del ahorro de los hogares, con lo que dinamiza el sector bancario y estimula otros sectores, desde la construcción hasta la fabricación de electrodomésticos. Además, las recalificaciones de terrenos para construir viviendas han supuesto una enorme fuente de ingresos para los gobiernos locales.
Todo eso se ha venido abajo en los dos últimos años, cuando las ventas de viviendas y la inversión inmobiliaria han caído a tasas porcentuales de doble dígito y muchos promotores se han visto envueltos en suspensiones de pagos. Los gigantes inmobiliarios Evergrande, que se ha acogido a la legislación sobre bancarrotas en Estados Unidos, y Country Garden, que ha anunciado pérdidas cercanas a los 7.000 millones de euros en el primer semestre de 2023, son dos ejemplos de la precaria situación del sector: la caída del negocio y de los precios ha pillado a ambos sobreendeudados y sin capacidad para reaccionar. “Muchos promotores han entrado en impago de deuda, con pérdidas de empleo, lo que ha perjudicado al consumo”. Ante la pérdida de valor de sus viviendas, la principal inversión de los hogares, las familias optan por ahorrar y dejar de gastar, como muestra el aumento de los depósitos bancarios en el último año.
El Gobierno de Xi Jinping ha tratado de paliar esta situación con una política muy expansiva, pero sólo ha conseguido sobrecalentar la economía en sectores clave para el país como el inmobiliario. Y tampoco las inversiones en el sector tecnológico y en investigación y desarrollo han dado los resultados previstos. Así como no ha tenido éxito el intento de impulsar el consumo privado para mitigar los efectos de la caída de la demanda exterior, dice el Bundesbank.
China se aproxima a una tormenta casi perfecta a la que tiene que hacer frente de forma inmediata y contundente: la contracción de la demanda interna y el descenso de la demanda exterior, los dos pilares en los que se ha basado el milagro chino en las últimas décadas, suponen una peligrosa situación para Xi, porque un frenazo económico puede llevar a un aumento del descontento social.
Alto paro juvenil
En las décadas de la explosión económica de China se produjo un éxodo del campo a las ciudades en busca de trabajo. Cientos de millones de ciudadanos emigraron, y un aumento del paro con la caída de la actividad puede generar graves disturbios sociales, a pesar del férreo control que ejerce el Gobierno de Xi.
Por ejemplo, el Gobierno decidió a mediados de agosto suspender la publicación de las estadísticas sobre el desempleo juvenil después de que se conociera que había subido hasta un récord del 21,3% de la población activa entre 16 y 24 años. El paro se debe fundamentalmente a la pérdida de actividad en los sectores inmobiliario y tecnológico. Y millones de jóvenes sin trabajo en las ciudades chinas pueden ser una mecha para incendiar el país con conflictos sociales.
La escasez de empleo y los elevados precios de la vivienda amenazan el futuro de los jóvenes
Por eso, el desempleo juvenil es crucial para el Gobierno. The Economist acaba de publicar un reportaje que resume el sentimiento de buena parte de los jóvenes chinos. “Muchos siguen teniendo fe en el partido y apoyan los llamamientos de Xi para hacer una China fuerte. Pero otros muchos sufren un profundo sentimiento de angustia. Los licenciados universitarios se dan cuenta de que los conocimientos que han adquirido durante años no son los que quieren los empresarios. La escasez de empleo y los elevados precios de la vivienda han truncado sus esperanzas de comprar una casa y fundar una familia. El ambiente es cada vez más sombrío. Los jóvenes desilusionados hablan de tangping (tumbarse) y bailan (dejar que se pudra), sinónimos de rendirse”.
Y este malestar entraña riesgos políticos. “Los jóvenes frustrados sacudieron China en el pasado, sobre todo en 1989, cuando los estudiantes convergieron en la plaza de Tiananmen para exigir más libertad y menos corrupción. El año pasado, hartos de los duros controles del covid, los jóvenes se reunieron en ciudades de toda China. Algunos pidieron que Xi y el partido abandonaran el poder”, afirma el semanario.
Estímulos
La teoría económica dice que ante una caída de la demanda, la labor de las autoridades es provocar un estímulo de la misma, pero no todos los analistas están de acuerdo, porque un sobrecalentamiento de la economía podría incrementar los niveles de deuda pública: el endeudamiento de los gobiernos locales ha pasado del 60% al 77% del PIB tras el plan de estímulos lanzado por el Gobierno chino en 2015.
De hecho, cuando muchos analistas pedían al Banco Central de China una fuerte rebaja de tipos de interés, éste ha sorprendido con una reducción de sólo 15 puntos básicos en los tipos de los préstamos, que muchos expertos han calificado de “decepcionante”: “Esto sugiere que el Banco Central intenta equilibrar su deseo de impulsar la actividad económica con su preocupación por la situación de la banca, que sufre una reducción de márgenes y una menor capacidad para generar beneficios”.
El mundo, pendiente
Es lógico que el mundo esté atento a la evolución de la segunda mayor economía del mundo. Le Monde resaltaba recientemente en un editorial que parte del frenazo económico de Alemania se debe a la mayor dependencia que tiene ese país del comercio con China respecto a otras naciones europeas.
Pero mientras el parón chino no se convierta en una crisis, no hay demasiada inquietud sobre su repercusión internacional. Es cierto que la caída de las importaciones chinas afecta a miles de empresas occidentales que venden allí sus productos, pero no de forma significativa. Las ventas a China sólo representan entre el 4% y el 8% del negocio de todas las empresas que cotizan en bolsa en América, Europa y Japón. Las exportaciones de EE.UU., Gran Bretaña, Francia y España ascienden al 1-2% de sus respectivas producciones. Aunque algunas empresas concretas sí lo pueden notar: Tesla realiza alrededor de una quinta parte de sus ventas en China y el fabricante de chips Qualcomm vende allí casi dos tercios de su producción. La caída de la demanda de China también se notará en los países exportadores de materias primas, sobre todo del continente africano.
The Economist es moderadamente optimista sobre la repercusión del frenazo chino en el mundo si éste no se agudiza. “Las dificultades de China llegan en un momento en que el resto del mundo va mejor de lo esperado. En julio, el FMI revisó al alza sus previsiones de crecimiento mundial sobre las previsiones de abril. Lo más notable ha sido la buena salud del mayor importador del mundo y rival geopolítico de China, Estados Unidos, que según algunas encuestas crece a un ritmo al rojo vivo de casi el 6%”, decía un comentario editorial de hace unos días.
“En este contexto, la ralentización del crecimiento chino debería incluso suponer un cierto alivio para los consumidores del mundo, ya que se traducirá en una menor demanda de materias primas, lo que reducirá los precios y los costes de importación”, añade. Esto, a su vez, aliviará la tarea de la Reserva Federal y otros bancos centrales, que en el último año han subido los tipos a su nivel más alto en décadas.
Ahora bien, “una desaceleración más prolongada podría llevar a China a replegarse sobre sí misma”, y eso podría cambiar la situación. El semanario dedica su última portada a la economía china con el expresivo titular de “El fallido modelo de Xi” y explica que su gobierno cada vez más autoritario se encuentra con crecientes dificultades para enderezar el país.