Contrapunto
El 11 de julio es el Día Mundial de la Población, que organiza el FNUAP (Fondo de Población de las Naciones Unidas). Este año trata sobre «La salud de la reproducción sexual en los adolescentes», tema sobre el que el Fondo ya ha adelantado un análisis en su último informe sobre el estado de la población mundial (1997). En él afirma el derecho a «estar libres de prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud». Y se refiere en concreto a la mutilación sexual femenina, costumbre ancestral de pueblos de África, del Sur de la península arábiga y del Sudeste asiático.
Contra esas prácticas entre mujeres adolescentes, el FNUAP, la OMS y UNICEF están promoviendo una extensa campaña con buenos resultados. En este caso, tratan de cambiar las tradiciones (sin dar la impresión de imperialismo cultural), porque valoran más la salud que ciertas costumbres arraigadas.
En cambio, la actitud del Fondo en lo que afecta a la sexualidad de los adolescentes en los países desarrollados es menos decidida. Afirma el citado informe que «va sostenidamente en aumento la proporción de adolescentes que tiene relaciones sexuales antes de cumplir los 16 años», algo que acepta como hecho consumado: «Tradicionalmente, en la mayoría de los países se han desalentado las relaciones sexuales prematrimoniales (…). Esto también está cambiando, y las relaciones sexuales entre adolescentes solteros es un problema que la mayoría de las sociedades debe aprender a afrontar».
Pero la tendencia no es así, al menos en Estados Unidos, que está de vuelta después de veinte años. En 1995 menos chicos y chicas estadounidenses dijeron haber mantenido relaciones sexuales antes de los 19 años: un 55% de los chicos y el 50% de las chicas, frente al 60% y el 55%, cinco años antes. Quizá es el descenso tras alcanzar la cumbre.
En cualquier caso, de las relaciones sexuales precoces derivan embarazos no deseados, abortos… y enfermedades venéreas. En julio del año pasado, la OMS aseguraba que «se sabe que el cáncer de cuello de útero está estrechamente ligado al comienzo precoz de la actividad sexual y a la multiplicidad de parejas sexuales». En el fondo, al igual que la mutilación femenina, la promiscuidad de adolescentes es un rito que se impone a la larga contra la salud y la vida. Pero, para afrontarlo, el FNUAP y tantas autoridades sanitarias nacionales siguen empeñadas en difundir los anticonceptivos modernos, y a los jóvenes se recomienda, cuando no se les regala, el preservativo, que es regalar la promiscuidad, sin sus embarazosos fantasmas.
Cabría pensar que la política del FNUAP respecto a las mutilaciones sexuales femeninas es más rotunda porque, al menos en algunos casos, las chicas africanas son sometidas a estas prácticas contra su voluntad, por la fuerza de la tradición: al contrario que las adolescentes de países desarrollados, que mantienen relaciones sexuales por voluntad propia. Conforme a esa idea podría actuar el FNUAP, si su propio informe no la negase: «Muchas de las primeras experiencias sexuales ocurren porque compañeros de mayor edad las imponen mediante la fuerza o la coacción» a las adolescentes. Entonces, el FNUAP podría plantearse combatir la promiscuidad entre adolescentes, recomendándoles la continencia, en lugar de ofrecerles parches.
José María Garrido